LA INICIACION 1952 EDUARDO ALFONSO MEDICO FISIATRA
Hay que actuar en la vida de acuerdo con las aptitudes y vocaciones personales. Pues como
decía Goethe, "al Yo hay que llegar por la acción siguiendo la vocación". Hacer en la vida
cualquier trabajo que no esté de perfecto acuerdo con las Vocaciones y aptitudes, estanca el
desarrollo del propio "Yo" y aparta, por consiguiente, del camino espiritual. Las vocaciones
y las aptitudes son potencias que trae nuestra alma, como fuerzas innatas y constituyen la
esencia misma de nuestro ser.
3) Hay que cultivar la actitud de "servicio", no dedicándose egoístamente al propio y
exclusivo desarrollo espiritual. "Los que quieran salvarse se perderán", dijo el Cristo.
Mucho más conseguirá en el sendero iniciático aquel que se olvide de si mismo para
ocuparse de los demás, que aquel que se ocupe exclusivamente de su propio progreso. Todo
lo cual no es sino una condenación más del egoísmo.
4) El iniciando ha de vivir una vida sencilla y desprovista, por tanto, de todo lo superfluo en
propiedad y ocupación. Es un bello símbolo que encierra esta idea, el símbolo del
nacimiento del Cristo en el humilde establo de Belén: es decir, la espiritualidad que
solamente nace en la sencillez y la humildad. Por esto Jesús dijo tristemente a sus discípulos
que "es más difícil que entre un rico en el Reino de los Cielos que un cable por el ojo de una
aguja".
5) El hombre que pretenda bollar el sendero, ha de obrar en la vida de acuerdo con lo que
piensa, pues como dice el conocido refrán: "el mejor predicador es fray ejemplo". Carece de
fuerza decir bellas cosas y hacerlas malas. El ejemplo de lo que "se hace" es la fuerza
suprema que induce a los demás a imitarnos; tanto más si va refrendado por nuestras propias
palabras y estas son verídicas. Es notorio que los hijos acaban imitando lo que han visto
hacer a sus padres; no siempre lo que les han oído.
Esta primera etapa de purificación personal y formación moral, realiza lo que
simbólicamente se ha llamado el nacimiento del Cristo interno, que equivale, en la iniciación
brahmánica, a la etapa de "Sotapana" o "dvila' (dos veces nacido). El iniciado es corno un niño en
el mundo espiritual, haciendo buena la frase de Jesús cuando dijo': "Tenéis que volveros como
niños para entrar en el Reino de los Cielos"; que también expresó en otra forma cuando dijo a
Nicodemo: "En verdad, en verdad te digo que para entrar en el Reino de los Cielos hay que
volver a nacer". En la iniciación buddhista se llamaba "Vimala".
SEGUNDA ETAPA
Dominio de las operaciones mentales e instrucción doctrinal
Comprende la técnica relativa a las facultades de la inteligencia, con objeto de
llegar al conocimiento y a la posesión de la verdad por elaboración propia y por propia
experiencia interna; como también el estudio de una doctrina filosófica que explique las
grandes interrogantes del Universo y del Hombre.
Sobre las operaciones de la inteligencia he tratado con cierta extensión en mi citada
obra "Problemas religiosos e Historia comparada de las Religiones" al hablar en el capítulo
19, sobre la "Teoría del Conocimiento".
Se infiere de lo dicho allí que, sin una buena observación de los objetos y una
poderosa concentración de nuestra conciencia en el ser o cosa (físico o metafísico) que
deseamos conocer, no hay posibilidad de llegar a la meditación, ni por consiguiente, al
"Toda técnica nace del espíritu" dijo clarividentemente el gran músico Franz Liszt.
Por esto, el fundamento de todo conocimiento estriba en la voluntad de conocer. La intensa
apetencia por descifrar nosotros mismos los enigmas de la vida, nos proporcionará la mejor
disposición para nuestro progreso intelectual. Insistamos una vez más en que sirve de poco
La técnica de la concentración del pensamiento se adquiere solamente con la práctica;
requiere el hábito de la atención y del estudio para ejercitar la facultad. El que no sea capaz de
lograr esto solamente puede esperar el conocimiento por la vía de la "intuición", pero esto no tiene
el valor universal que el raciocinio.
La concentración estriba en colocar y mantener en el foco de la mente al objeto del
conocimiento. La meditación estriba en captar mentalmente todas y cada una de las facetas lógicas
en que se nos puede dar un objeto. Con ello llegamos a realizar nuestra "representación" consciente
que, siendo concreta llamamos "pensamiento" y siendo abstracta llamamos "idea".
Adelantémonos a decir que la abstracción es el fundamento de todo conocimiento
filosófico y que solamente en el campo cae lo abstracto se puede hallar la "verdad".
La abstracción es la etapa final del conocimiento racional o discursivo y consiste en tina
generalización que permite la máxima certeza, y por medio de la cual se elabora la representación
genérica que llamamos "concepto", Por ejemplo; nosotros decimos: "el sol alumbra"; he aquí una
verdad concreta que como tal es muy relativa; porque, efectivamente, si nos metemos en una
caverna, el sol "no alumbra" y "tampoco alumbra" para los habitantes que están en ese momento en
el otro hemisferio de la tierra. Si generalizamos un poco más y decimos: "el sol emite rayos
luminosos", entonces esta verdad se hace más universal puesto que resulta cierta para los que están
en la caverna y para los que están en la noche, aunque ellos no reciban la luz. Mas también esta
verdad es relativa puesto que el sol no solamente emite radiaciones luminosas, sino también
caloríficas, etc. Podemos aún generalizar más diciendo simplemente: "el sol emite rayos"; y en este
caso nos colocamos más cerca de una verdad universalmente aceptable, pero todavía relativa puesto
que el sol no solamente emite radiaciones sino también emanaciones substanciales del éter. Si
damos un nuevo paso en la abstracción llegaremos a decir:
"El sol emite", con lo cual llegamos a una verdad que es aceptable para "todos" los casos
concretos a que nos hemos referido. Cuanto más abstracto el pensamiento más verdad encierra.
Y si esto ocurre en las verdades empíricas, calcúlese la importancia de este hecho en el
conocimiento de objetos metafísicos o ideales, como Dios, el alma, la Creación, etc., que
no pueden ser objetos de experiencia y en muchos casos tampoco de deducción racional.
Por este motivo, al primer período, de la segunda etapa de la iniciación le llamo
Hay ciertas operaciones de la inteligencia como la contemplación, la adoración y la
inspiración, que no pertenecen a la categoría del conocimiento racional, sino del intuitivo.
La intuición, que quiere decir "conocer viendo", es una forma de conocimiento directo,
supraracional o arracional, que supone la asimilación de una verdad, generalmente por vía
La contemplación es el conocimiento por vía de sentimiento, como ocurre en la intuición
estética y en la ética. Un cuadro, un paisaje o un concierto musical "se sienten" pero no se
razonan. El análisis destruye la contemplación. El sentimiento de caridad que se despierta
ante la contemplación del dolor ajeno, se anula con el razonamiento de la justicia divina
La adoración es conocimiento conseguido por amor. A esto aludía Platón cuando decía-.
"No hay gnosis sin eros", que luego repitió San Agustín diciendo: "No hay conocimiento
sin caridad". En puridad de verdad, no hay conocimiento cierto de una cosa mientras no
"se la siente" (-, "se la ama"; lo cual ya he explicado en mi citada obra.
La inspiración es una forma de conocimiento intuitivo con capacidad "creadora", que
debemos considerar como último peldaño de la inteligencia humana, propio del genio.
Pero esta etapa intelectual de la iniciación que hemos caracterizado por el hábito de la
abstracción, no se limita al campo de la inteligencia, sino que tiene sus inmediatas
consecuencias en los otros aspectos de la personalidad como son la vida moral y la vida
sentimental, ya que todo en nuestro ser humano va íntimamente relacionado.
En lo moral, el iniciando de esta etapa, debe realizar una suerte de "abstracción" de sus
relaciones con los demás seres, "generalizando" el sentimiento de fraternidad hacia los
demás hombres y los animales. Como dijo el Maestro Jesús, no tiene ningún mérito que
amemos a nuestros hermanos, sino que hemos de amar aun a nuestros propios enemigos.
Hay que sacar el corazón del recinto de la familia y de los amigos para llevarlo hasta los
extraños. Hay que cultivar para esto el sentimiento de simpatía como actitud "positiva" de
nuestra moral. Y de ello han de participar los animales, haciendo buena la frase de
Salomón: "El justo ama la vida de su bestia".
En lo puramente sentimental hemos de trascender el "devocionalismo" por el cual el
sentimiento se aferra a determinada fórmula, ídolo o persona, siendo "devotos" sin ser
"devocionales"; es decir guardando un íntimo respeto a todo lo que es elevado, bueno,
sublime o recto sin hacer diferencias de matices ideológicos, ni mucho menos desprecios a
lo que discrepa de nuestra manera de ver. El iniciando ha de comprender que los rituales y
ceremonias de cada religión, no tienen mayor importancia que la de ser un medio de
canalizar las fuerzas espirituales, pero que ellos por sí no crean espiritualidad, como el
canal no crea el agua que conduce. La espiritualidad es solamente fruto de las virtudes
llevadas a la práctica. Y el ceremonial o el acto de devoción sin la conducta recta son
En el aspecto mental, y corno consecuencia de todo lo expuesto, ha de trascenderse el
estudio de los fenómenos y mecanismos (ciencia positiva) para llegar al estudio de las
causas y principios (metafísica). Y al decir que debe "trascenderse" no quiero decir que
deba eludirse, por aquello de que "antes de conocer lo invisible debernos abrir nuestros
ojos a lo visible", para no perdernos en elucubraciones de la fantasía. El estudio de la
"filosofía" y con ello el cultivo de la razón en abstracto, acabará por formar en nuestra
conciencia los más sólidos y elevados conceptos.
Este período de abstracción que denomino así de una manera filosófica, corresponde
conceptualmente al grado de "Bautismo" y al grado de "Sakadagami", respectivamente, de
las iniciaciones simbólicas cristiana y brahmánica. En la iniciación buddhista
denominábase "Duramgama" (o "difícil de marchar"') en que el pensamiento se libra de lo
Como ya hemos dicho, la "intuición" es un conocimiento directo supraracional, de
un valor subjetivo, pero que generalmente, y sobre todo en objetos metafísicos, conduce a
un grado de convicción al cual no llega el conocimiento racional. Nadie se ha dejado matar
por una teoría filosófica, pero muchos mártires han perecido por su fe en Dios. La te no es
más que una intuición de los “valores" divinos.
inspiración, tienen como última finalidad proporcionar una convinccíón o sea la conciencia
Las operaciones intuitivas, ya mencionadas, de la contemplación, la adoración y la
En el aspecto intelectual, el cultivo de las operaciones "intuitivas” puede llevar a
estados psíquicos que trascienden los mecanismos corrientes de la inteligencia, como
son el éxtasis, el don profético, la revelación, la clarividencia, la gracia divina, la visión
beatífica, etc., incluidos en los conceptos de “paragnosia” o “metagnosia”
(conocimiento para normal y también llamado “sobrenatural”).
En el aspecto moral, el estado de conciencia a que se llega en esta etapa, supone la
renunciación o humildad en dicha y la resignación en el dolor. La renunciación estriba
en saber resistir los halagos de las tentaciones cuando la fortuna y el bienestar nos
favorecen; por consiguiente desarrollase espíritu de "sacrificio consciente" lo cual
revela la perenne conciencia del deber. La verdadera piedra de toque que nos evidencia
haber llegado a este estado de conciencia, está en no perder la alegría ni la calma
cuando el bienestar o la fortuna huyan de nuestro lado; es decir, la resignación en el
dolor, que es tanto como no caer en imposición, válida o desesperación.
En el aspecto sentimental, hay que desligarse del egoísmo del amor familiar, que, en
muchos casos no es realmente "amor", sino un sentimiento de simpatía enraizado en el
instinto de posesión. Si analizamos sincera e imparcialmente el sentimiento que nos liga
a las personas de la familia oiremos en cuantas ocasiones este sentimiento está basado
en el agrado y en la conveniencia de que nos sirvan, nos ayuden, nos escuchen cuando
tenemos ganas de hablar, nos soporten nuestro mal humor o nos cuenten algo cuando
no tenemos nada interesante en que pensar.
Dije en otro lugar ("Problemas Peligrosos Cap. IX. "La justicia humana y la
justicia divina") que la familia es la fórmula de bien administras instintos, pero la verdadera
espiritualidad estriba en superar los instintos mismos. Y este problema conviene
planteárselo en esta etapa, para que el sentimiento hacia la familia se convierta en
verdadero "amor" y por consiguiente en una actitud "completamente desinteresada". Y
esto será el principio del amor hacia los demás seres, para lo cual, evidentemente, no basta
cultivar un sentimiento de simpatía, sino que hay que calar más hondo, recurriendo, si es
necesario, a buscarlo por el camino del "deber" y de la justicia", que al fin son "actitudes
inteligentes" del amor y eluden "la afección al goce del amor humano" que es el verdadero
También hay que plantearse otro importante problema, como es el del dominio de
Algo hemos adelantado sobre este punto a tratar, en la etapa preparatoria, de la purificación
del cuerpo y de los sentimientos; y hay que suponer que el candidato a la iniciación se ha
esforzado por encauzar sus apetitos y deseos dentro de las normas de pureza ya descritas.
Pero, como puede suponerse, no hasta con haber cambiado ala alimentación o haber
atenuado los estallidos de las pasiones; sino que es necesario dominar las apetencias
gratificadoras de los sentidos (sensualidad) y el propio sentimiento (no ya solo el acto) de
la pasión o del deseo, o sean las "tentaciones".
En efecto: Cualquiera de nosotros puede haber cambiado su alimentación cárnea y
alcohólica por un estricto régimen vegetariano (lo cual ya es bien ventajoso), pero aun
puede cultivar su sensualidad gastronómica con las frutas sabrosas, las verduras y los
dulces, sin haber dominado la gula. Hay que llegar a no sentir la gula. De la misma
manera puede uno dominar un movimiento de agresión a otro que le injuria y le causa
indignación (lo cual es plausible), pero puede aun vibrar su sentimiento de cólera que
perturba su cuerpo y su alma. Hay que llegar a no sentir cólera.
Este dominio del sentimiento (que supone el dominio previo de los actos
consiguientes) solamente puede lograrse por la meditación de sus consecuencias objetivos
Toda esta labor interna que supone esta etapa de la iniciación, supone también un
cambio de "estado de conciencia" surgiendo el espíritu de "sacrificio consciente", o sea la
facultad de "cumplir con el deber", guste o no guste.
Este segundo período de la segunda etapa de la iniciación corresponde al grado de
"Anagami" (sin retorno) y al grado de "Transfiguración" de las iniciaciones simbólicas
brahmánica y cristiana, respectivamente. En la iniciación buddhista era el grado de
"Anutpattica" o "el que ve la realidad de las cosas".
Actitudes cardinales de la segunda etapa
El progreso psíquico que suponen los esfuerzos de la disciplina iniciática y el
dominio que., por otra parte, se va conquistando sobre la naturaleza inferior, presentan a
veces interferencias y conflictos que pueden desviar completamente de la verdadera ruta al
Conviene pues meditar sobre la significación y las consecuencias del desarrollo de
poderes psíquicos, de la medianidad, de la práctica del hipnotismo y del ascetismo.
Los poderes psíquicos, "vibhutis" o "carismas", no tienen ninguna utilidad para el
desarrollo espiritual y a veces son contraproducentes.
"Mohidin" el gran místico sufí de la España musulmana del siglo XII, dice
explícitamente en su "Fotuhat", que no deben apetecerse ni buscarse los carismas, sino
recibirlos sin alardes como un don de Dios, que aparece por cada virtud que se conquista.
Esta misma doctrina de la mística musulmana, pasó a la mística castellana con San
Juan de la Cruz y Sta. Teresa de Jesús, la última de las cuales afirma que los "carismas"
encierran graves peligros, confundiendo al verdadero religioso y haciéndole creer que son
una señal de auténtica espiritualidad, cuando en realidad pueden ser de consecuencias
satánicas y deben superarse con la práctica de las "virtudes macizas".
"Ramakrishna" en su evangelio rechaza también el cultivo de los poderes psíquicos,
ilustrando su criterio con al-unas instructivas parábolas.
En la doctrina "yoga" de Patanjali, del año 300 antes de J. C., se dice: "Los
individuos que hacen alarde de ciertos poderes psíquicos, no han llegado a yoguis, sino que
se han detenido- en una etapa parcial o inferior" (porque la mente no es el Yo, sino un
Está claro pues, refrendado por los eminentes testimonios citados, que los poderes
psíquicos (clarividencia, clariaudiencia, visión extrarretiniana, poder de levitación,
absefalesia (ponerse en contacto con el fuego sin quemarse), etc.) encierran evidentes
peligros si no se ha llegado a la perfección suficiente 'para su recto empleo, y es preferible
rechazarlos o no cultivarlos. De aquí los graves inconvenientes que se han señalado en esa
etapa de la iniciación "yoga" llamada "pranayama" o dominio de las "fuerzas vitales", en la
que se recomiendan ciertas formas de respiración para despertar ciertos "centros etéreos" y
las corrientes psicofísicas circulantes entre ellos, que a algunos ha conducido a psicopatías
o perturbaciones mentales que, en algunos casos (no siempre remediables) he tenido que
Igual tenemos que decir de la mediumnidad o facultad de servir de instrumento a
influencias psíquicas extrañas. No hay más camino recto y normal de influir en la
"psiquis" de otra persona que la persuasión. Cualquier otro camino es una verdadera,
desdicha para el influido y puede ser una maldición para el influyente.
El médium cuya facultad se explota en las sesiones "espiritistas", es un ','mentecato"
(o captado por la mente" en riguroso sentido etimológico) que abdica de su divina facultad
de sentir y pensar por cuenta propia, para convertirse en una máquina hipersensible de
pensamientos y sentimientos ajenos, vengan por caminos subconscientes o trascendentes.
Este hábito de escribir o hablar "al dictado", puede anular el "Yo" o estancar el progreso
espiritual, cuando no producir psicopatías y depresiones nerviosas que llevan a la ruina de
la razón. Pero por si no fuera poco el perjuicio que la mediumnidad acarrea al propio
médium, aun debo señalar el que acarrea a los que de él se aprovechan, con evidente falta
de conciencia o de caridad, que son gravísimos escollos en el sendero iniciático. La falta
de amor o la falta de conocimiento, suponen detención segura en el camino de perfección.
Él cultivo de la mediumnidad pasiva jamás está justificado' en el terreno espiritual. Otra
cosa es el prodigioso "carisma" de servir de canal conscientemente a una influencia
espiritual superior, cuando se ha llegado al grado requerido para ello, como Jesús cuando
después de la transfiguración sirvió de instrumento a la elevada presencia del "Cristo".
El hipnotismo o hecho de influir en la "psiquis" de otra persona mediante el "sueño
hipnótico" o estado "de trance", es igualmente recusable que la mediumnidad, porque
supone la abdicación de las facultades psíquicas del hipnotizado. La subordinación de éste
a la voluntad y al pensamiento del hipnotizador, a veces de un modo permanente, aun en
estado de vigilia, es evidente y peligrosa. El hipnotizado es también un "mentecato" o
"poseso" por la voluntad ajena. Y no cabe defender el hipnotismo, creyendo que por medio
de él pueden curarse ciertas psicopatías y ciertos vicios, porque la influencia favorable que
aparenta tener en estos casos, termina cuando muere el hipnotizador, lo cual prueba que no
se trata de una curación sino de una "contención". Y es que toda curación e corrección, de
cualquier orden que sea, tiene que ser hecha "por la propia voluntad" del paciente, si ha de
pretenderse una realización sólida, permanente y que no se oponga a la evolución
No negamos las cosas asombrosas y aparentemente "sobrenaturales" que pueden
lograrse con el hipnotismo y con el espiritismo, capaces de subyugar el ánimo de muchas
personal que necesitan de lo "milagroso" para creer en el más allá o en la existencia del
alma; pero debemos pensar desapasionadamente que todos estos efectos "paranormales"
son una de tantas manifestaciones de la "maya" o ilusión de la vida fenoménica, que, lo
mismo nos engañan que todas aquellas cosas que vemos "con los ojos de la cara", como
ellas contingentes, transitorias, cambiantes y perecederas, que nos atan a mundos de la
forma y por consiguiente nos apartan de la ruta de ascenso hacia el inundo de lo eterno, o
sea de lo que no cambia ni perece: mundo que hay que conquistar trascendiendo todo plano
El ascetismo, cuya denominación proviene del termino "askeos", meditar, no es, por
consiguiente, la mortificación del cuerpo sino la reforma de tino mismo por la meditación.
El cuerpo debe mantenerse fuerte para que sea digno instrumento de un espíritu también
fuerte. Recuérdese como el Buda abandonó a los ascetas, por creerlos equivocados, para
seguir el "sendero medio" y entregarse a la meditación por medio de la cual encontró su
doctrina de salvación. Si con el "ascetismo mortificador" trata de lograrse el
fortalecimiento de la voluntad, convengamos en que hay muchas maneras de fortalecer la
voluntad como son sacar adelante una numerosa familia, o estudiar una carrera y ejercer
Se puede hacer un alarde de voluntad mucho más útil para todos, aprendiendo a
tocar el "violoncello" o aprendiendo a hablar cuatro idiomas. La mortificación del cuerpo
es contraria a la ley natural y nada que vaya contra las leyes naturales está de acuerdo con
la Voluntad Divina, ni, por tanto, es espiritual. En cambio, el auténtico "ascetismo" que es
la meditación constante, es la fórmula de trascender la ignorancia, el dolor y todas las
calamidades humanas; en una palabra: -El camino de la salvación.
Viene aquí a punto el considerar las ventajas de la "oración" que es una forma de
La palabra correctamente empleada y emitida con voluntad (fervor), es de un poder
realizador verdaderamente extraordinario. Además toda palabra empleada en su verdadero
sentido, "evoca", "invoca" o "educe" la idea o espíritu que dio origen, creando o reavivando
una determinada forma mental" (idea o pensamiento) que se convierte en una fuerza protectora.
La eficacia de la oración exige la actitud de humildad o sumisión, Una pretendida
oración en tono imperativo o rabioso carece por completo de virtud. Y esto se debe a que
la oración (invocación a lo superior) se realiza según ley de jerarquía en que lo inferior se
subordina a lo superior. Lo contrario de la plegaria seria una "maldición", cosa que
indudablemente también tiene su fuerza si se emplea la palabra adecuada, pero que se
estrella contra la férula protectora de una invocación altruista, pura y desinteresada.
La clave de la oración estriba precisamente en su carácter desinteresado, pues como
ya he dicho en otra parte, “nunca ha de estar en los designios de lo superior, ni violentar
una ley de Dios, ni conceder algo que responda al deseo egoísta de la naturaleza inferior y
sino al orden de finalidad de la naturaleza superior".
Pensemos en que la eficacia de la oración o plegaria estriba en poner en acción
potencias de la naturaleza espiritual. Y para conseguir esto, nuestra persona ha de adoptar
una actitud sumisa hacia los "valores superiores" y conciente de que no se puede invocar la
realización de un deseo que vaya contra las leyes naturales.
Fundamentada la oración sobre estas bases, solamente falta buscar la fórmula de
expresión, es decir, las frases adecuadas; pero no para decirlas rutinaria y mecánicamente,
sino meditando lo que se dice, para despertar el pensamiento o el sentimiento
correspondiente, que es lo que puede transformarse en acto.
Fórmulas para orar hay en todas las religiones del mundo, y la costumbre de
emplearlas, indudablemente, da fortaleza espiritual y rectitud moral, aunque lo menos que
puede lograrse con ellas es un íntimo consuelo que no puede desdeñarse.
El hombre que ora encuentra siempre una respuesta superior, y si ora improvisando
la oración, llevado de un sentimiento fervoroso y vehemente, entonces la respuesta de lo
alto puede ser decisiva y luminosa.
Así pues, la oración es un medio de caminar con pasos más seguros por el sendero
iniciático; pero es estéril para este objeto si el esfuerzo y la conducta no la acompañan.
TERCERA ETAPA
De realización espiritual
Es la consecución de la finalidad iniciática, con la definitiva disposición de la
voluntad a la colaboración con la ordenación universal y como fuerza gobernadora de todo
Es la iluminación plena del alma por los "valores divinos"
a) Período de volición
La educación de la voluntad, que se ha venido preparando durante las anteriores
etapas iniciáticas, con los esfuerzos conscientes de dominio personal, se traduce ahora en
una plenitud volitiva que no es otra cosa sino el florecimiento de los tres grandes poderes o
"virtudes" llamados Fe, Esperanza y Amor: Fe o virtud de acción, Esperanza o virtud de
intelección, y Amor o virtud de creación, como ya he explicado en mi citada obra.
Las virtudes (de "vir", poder) constituyen el origen de las intenciones. Estas son
las disposiciones o direcciones fundamentales de nuestros actos. Las intenciones (que son
voliciones en potencia) se convierten en voliciones (que son intenciones en acción) y estas
son el movimiento de realización de nuestros actos.'
Las intenciones de la voluntad se modifican con la meditación y el conocimiento
(de aquí la necesidad de la segunda etapa dedicada a la educación mental). Al mortificarse
el estado de "conciencia" se modifica también el estado de "senciencia" (propiedad de
sentir y querer)) y con ello la intención.
La voluntad dirigida por las grandes virtudes del alma, gobierna efectivamente a
todos los demás elementos y vehículos de] individuo.
En lo que respecta al cuerpo físico, la, tiranía de los apetitos materiales se ha
trocado en hábitos -de pureza y de dominio de si.
En lo que se refiere al plano emocional, los anhelos vagos y los deseos
desordenados se han convertido en afecto y simpatía.
En lo que concierne a las funciones mentales, los prejuicios y los pensamientos
concretos se han abstraído en conceptos por elaboración intelectual.
El iniciado de esta etapa, consciente de su esencia divina en las limitaciones de la
carne, se siente como "crucificado" en la materia, y muchas veces se cierne sobre él ese
estado de conciencia que se ha llamado la "noche espiritual", en el que su espíritu (como el
de "Cristo" en la agonía de la cruz) se encuentra dolorido, escarnecido y solo, muchas
veces torturado por esas "bebidas amargas" de la traición, la negación y el abandono, como
con tan vigorosos trazos nos Pinta San Juan de la Cruz en "La noche oscura del alma" y
modernamente A. Besant en su "Noche espiritual", donde hace acertadas consideraciones
sobre la acción de las "Potencias de la Noche" que "con una sola de sus ráfagas parecen
ahuyentar todos los tesoros espirituales que largos años de prueba e incesante trabajo
Pero, no debe abatirse el candidato, si por ley de su destino hallase en semejante
trance. ¡Hay que morir para después resucitar!
Hay que bajar al "sepulcro" o se a "descender a los infiernos" como hicieron
simbólicamente los grandes iniciados ("Orfeo", ' Cristo", etc.), que equivale a descender a
estados de conciencia "inferiores" o "infernales", para "resucitar al tercer día de entre los
muertos" (según la simbólica frase de las iniciaciones egipcias en su prueba final) y
"ascender a los cielos" en definitiva y apoteósica liberación.
Este concepto y no otro encierra la expresión cristiana de "subir al cielo en carne
mortal" que es el mismo concepto buddhista del "Upadhisesha" o "nirvana alcanzado en
este mundo". Tras la noche espiritual "se resucita" definitivamente en la conciencia divina.
Al llegar a tal grado de volición, el iniciado ha trascendido sus deseos de vida en
mundos de manifestación, y toda inclinación a la vanidad (actos sin fondo) y a la auto-
justicia. Es difícil para el que no ha llegado a este grado, imaginarse un estado de
conciencia que haya logrado anular todo pensamiento o todo acto que no lleve una
finalidad deliberada que al mismo tiempo haya y superior, y alcanzado esa sublime
despreocupación por la vida fenoménica de este mundo, Conde el mal son pura ilusión.
Este primer período de la tercera etapa, también llamado "cuarta iniciación" se
corresponde con el grado de "Arhat" o "Arhattva" (absorción en lo divino) de la iniciación
brahmánico-budhista y con la etapa de "crucifixión" en los misterios cristianos. En la
iniciación buddhista identificase con el grado de "Abhimukhi" ("Vuelto hacia") o de
b) Apoteosis o Gran Iniciación
Consiste en la realización espiritual plena, tras la cual se ha trascendido el mal y el
dolor. Estado de perfección al que solamente han llegado en la historia humana, esos
genios o "Grandes Iniciados" que han dado a los hombres los altos mensajes del espíritu y
las normas de su convivencia; tales como Hermes-Orfeo, Krishna, Moisés, Pitágoras,
Buddha, Lao-Tseu, Jesús, San Francisco, Zoroastro y otros.
Todos estos hombres que realizaron lo divino en lo humano, que fueron verdaderas
encarnaciones del Verbo divino, que ya no tenían nada que aprender porque fueron
esencialmente omniscientes hubieron conseguido la total sublimación de todas las
En el aspecto consciente, la "abstracción de la Unidad" de todas las cosas; lo que
equivale a la desaparición de la "ilusión de separatividad", según aquella frase
terminante e insistente de los Vedas, que nos dice: "Ta twan asi": "tu eres esto".
Añádase todavía la clara conciencia del Plan Universal y el pensamiento
indeclinable de colaboración en él.
En el aspecto senciente, el sentimiento de Amor universal y la identificación con la
Voluntad cósmica o divina. Este estado de conciencia lleva consigo la perfecta
serenidad (cualidad privativa de los espíritus luminosos) y la ausencia de todo
Los Grandes Iniciados han merecido también el calificativo de "Maestros de
Compasión” porque renunciaron al disfrute de su “morada espiritual” para sacrificarse por
los hombres, hacerse participes de sus dolores y darles un mensaje y un ejemplo de
liberación, elevándose a la vida que no tiene fin.
Estos grandes renunciadores, generalmente sacrificados por aquellos a quienes
trataron de redimir, fueron la personificación de ese estado de espíritu que ha sido llamado,
en el simbolismo filosófico-religioso, Brahma-Nirvanam, Samvriti, Paranirvana,
Anupadhiseslia, Apoteosis, Epifanía y Glorificación; siendo Ellos "Hijos de Dios" y
"Salvadores" llamémosles genéricamente "Nirmanakayas", "Mahatmas", "Tathagatas",
"Buddhas", "Cristos" o "Adeptos".
CONSIDERACIONES Y CONSEJOS FINALES
Terminado este programa de perfección humana, en el que he tratado de hacer una
exposición orgánica de ese proceso que llamamos Iniciación, réstame puntualizar distintos
aspectos de orden práctico que han de ser útiles al estudiante o iniciando de buena
El abrirse el alma a los valores del espíritu no está en nuestro poder en un momento
determinado; esto viene solo por la iluminación interna cuando, merced al esfuerzo
desinteresado de superación, se ha conseguido determinado grado de "evolución anímica".
El sentimiento de Dios o del aspecto divino del propio "Yo" (Cristo en nosotros) no
se puede comunicar por enseñanza; es decir, no se puede iniciar a otro. La intuición de los
valores absolutos se despierta en nosotros solamente por esfuerzo personal o por la "gracia
de Dios". Por esto dijo Cristo: "Aunque soy yo el que da testimonio de Mi, mi testimonio
es veraz"; frase que tiene otras frases gemelas en la literatura religiosa, como aquellas de
"No hollarás el Sendero mientras no te conviertas en el Sendero mismo" ("Luz en el
Sendero"), "Nadie sabe lo que es el Gral. como no venga conducido por el Gral. mismo"
("Parsifal"), "Yo no digo mi canción sino a quien conmigo va" (Romance del "Infante
A nadie convencen los argumentos para explicar la existencia de lo Divino más que
a los ya creyentes. Todo esto podría llevar al convencimiento de que en materia de
iniciación religiosa es inútil buscar un "maestro" haciendo buena la afirmación de Proclo de
que "las almas grandes se inician por si solas". Pero esto no es así de una manera general;
y en este, como en otros caminos del conocimiento, la necesidad de una técnica o de un
orden, así como la utilidad de la sabia experiencia de otros, exige en la mayor parte de los
casos, la dirección de un "maestro", pero con muy especiales condiciones en esta materia.
EL MAESTRO Y EL DISCÍPULO
En el orden espiritual, el Maestro no es un simple expositor de doctrina; o dicho de
otro modo, el Maestro no realiza solamente una labor docente. La característica del
magisterio espiritual estriba en que la enseñanza intelectual tiene que ir necesariamente
acompañada de la simpatía y del ejemplo. Hay que vivir, lo que se predica cómo ya he
dicho, y vivirlo cordial y bondadosamente.
Solamente en esta actitud puede surgir el amor admirativo del discípulo, que es la
condición sine qua non para que este capte intuitivamente el estado de conciencia del
Maestro. (O dicho en términos que viva en su misma "mora, os iniciáticos, parada").
En el sendero de la iniciación, para educir la conciencia de los valores divinos, tiene
más eficacia la intuición subjetiva de una idea que su explicación racional, y esto exige un
"trasiego de sentimientos por simpatía penetrativa" (como dijo Gründler") entre el Maestro
y el discípulo. Lo cual, por otra parte, se acrecienta cuando el discípulo convive en plano
de humildad y de servicio con el Maestro.
De esta manera véase frecuentemente que, personas sin cultura pero llenas de
cualidades morales (humildad, generosidad, buena voluntad...) son capaces de
"comprender" y de "sentir" conceptos que jamás hubiesen atisbado por camino racional.
La pedagogía iniciática es esencialmente "educativa", es decir "saca" (o "educe")
del discípulo las cualidades y facultades que yacen en su psiquis potencialmente. Es un
"despertar" espiritual que hace buena aquella frase de Platón de que "Aprender es
Los estados de conciencia o "modos abstractos" de la mente, son (por ser
conceptuales) mucho más sólidos y verdaderos que las representaciones concretas de los
objetos. Y la iniciación es la conquista progresiva de "estados de conciencia" cada vez más
elevados y no el incremento de la cultura intelectual o erudición. El iniciado no ha de ser
un intelectual sino un inteligente. Aunque la cultura nunca sea desdeñable y si muy
deseable, sobre la firme base de unos pocos conceptos sólidos y verdaderos.
Con lo dicho creo que puede comprenderse bien el sentido que deben tener los
conceptos de Maestro y Discípulo en el orden espiritual.
Ahora bien: El acatamiento a las ideas y a la conducta de un Maestro, no equivale a
una adhesión pasiva e incondicional que implique la anulación de las propias facultades de
pensar y de sentir. No; todo lo que vaya contra nuestra razón y contra nuestro sentimiento,
debe ser objeto de interrogación y análisis, por muy directamente que proceda del '
Maestro. Repitamos que el Maestro es un "educador", pero no un mero instructor; y
digamos también que, todo aporte de conocimiento que proceda del Maestro tiene que
transformarse en vivencia para que tenga eficacia espiritual en el discípulo. Hay que ungir
las ideas con el calor del sentimiento.
Es por esto por lo que la metafísica religiosa, se ha expuesto más frecuentemente en
forma mitológica que filosófica. La fábula o mito llega más fácilmente a la conciencia de
las gentes que el razonamiento lógico; y esto ocurre sencillamente porque el primero va
acompañado del factor sentimental. También el arte, que despierta en nosotros "intuiciones
estéticas", es un elemento de inapreciable valor para la iniciación. Muchas cosas que no
llegan a nuestra conciencia por el camino de la inteligencia racional, si llegan por el camino
de la "intuición estética". La sublimidad de la emoción divina, que muchas veces no puede
concebirse por simple descripción literaria, puede lograrse oyendo música religiosa de
Haydn, de Haendel, de Bach, de Beethoven o de Wagner. La comprensión de lo que
supone el estado del alma "en el infierno", es más fácil escuchando los preludios de los
actos 2 y 3 del "Sigfredo" de Wagner que leyendo las espeluznantes descripciones del
Dante. Una "madona" de Rafael da más idea de la virginidad o "pureza del corazón" que
los más elocuentes textos mariolátricos.
En fin: - Los que soñamos con una humanidad mejor, y tenemos fe en que puede
conseguirse, siquiera sea entrando por el "angosto camino" y por la "puerta estrecha" que
conducen a la salvación, debemos pensar seriamente en todo cuanto queda expuesto y
tomar nuestro báculo y comenzar paciente y fervorosamente el ascenso por el "sendero"
que conduce a la anhelada cima.
En San Salvador a 9 de Febrero de 1952.
https://drive.google.com/folderview?id=0B1dRcu0qQ1ebQksxWnp4d1oyY2s&usp=sharing
decía Goethe, "al Yo hay que llegar por la acción siguiendo la vocación". Hacer en la vida
cualquier trabajo que no esté de perfecto acuerdo con las Vocaciones y aptitudes, estanca el
desarrollo del propio "Yo" y aparta, por consiguiente, del camino espiritual. Las vocaciones
y las aptitudes son potencias que trae nuestra alma, como fuerzas innatas y constituyen la
esencia misma de nuestro ser.
3) Hay que cultivar la actitud de "servicio", no dedicándose egoístamente al propio y
exclusivo desarrollo espiritual. "Los que quieran salvarse se perderán", dijo el Cristo.
Mucho más conseguirá en el sendero iniciático aquel que se olvide de si mismo para
ocuparse de los demás, que aquel que se ocupe exclusivamente de su propio progreso. Todo
lo cual no es sino una condenación más del egoísmo.
4) El iniciando ha de vivir una vida sencilla y desprovista, por tanto, de todo lo superfluo en
propiedad y ocupación. Es un bello símbolo que encierra esta idea, el símbolo del
nacimiento del Cristo en el humilde establo de Belén: es decir, la espiritualidad que
solamente nace en la sencillez y la humildad. Por esto Jesús dijo tristemente a sus discípulos
que "es más difícil que entre un rico en el Reino de los Cielos que un cable por el ojo de una
aguja".
5) El hombre que pretenda bollar el sendero, ha de obrar en la vida de acuerdo con lo que
piensa, pues como dice el conocido refrán: "el mejor predicador es fray ejemplo". Carece de
fuerza decir bellas cosas y hacerlas malas. El ejemplo de lo que "se hace" es la fuerza
suprema que induce a los demás a imitarnos; tanto más si va refrendado por nuestras propias
palabras y estas son verídicas. Es notorio que los hijos acaban imitando lo que han visto
hacer a sus padres; no siempre lo que les han oído.
Esta primera etapa de purificación personal y formación moral, realiza lo que
simbólicamente se ha llamado el nacimiento del Cristo interno, que equivale, en la iniciación
brahmánica, a la etapa de "Sotapana" o "dvila' (dos veces nacido). El iniciado es corno un niño en
el mundo espiritual, haciendo buena la frase de Jesús cuando dijo': "Tenéis que volveros como
niños para entrar en el Reino de los Cielos"; que también expresó en otra forma cuando dijo a
Nicodemo: "En verdad, en verdad te digo que para entrar en el Reino de los Cielos hay que
volver a nacer". En la iniciación buddhista se llamaba "Vimala".
SEGUNDA ETAPA
Dominio de las operaciones mentales e instrucción doctrinal
Comprende la técnica relativa a las facultades de la inteligencia, con objeto de
llegar al conocimiento y a la posesión de la verdad por elaboración propia y por propia
experiencia interna; como también el estudio de una doctrina filosófica que explique las
grandes interrogantes del Universo y del Hombre.
Sobre las operaciones de la inteligencia he tratado con cierta extensión en mi citada
obra "Problemas religiosos e Historia comparada de las Religiones" al hablar en el capítulo
19, sobre la "Teoría del Conocimiento".
Se infiere de lo dicho allí que, sin una buena observación de los objetos y una
poderosa concentración de nuestra conciencia en el ser o cosa (físico o metafísico) que
deseamos conocer, no hay posibilidad de llegar a la meditación, ni por consiguiente, al
"Toda técnica nace del espíritu" dijo clarividentemente el gran músico Franz Liszt.
Por esto, el fundamento de todo conocimiento estriba en la voluntad de conocer. La intensa
apetencia por descifrar nosotros mismos los enigmas de la vida, nos proporcionará la mejor
disposición para nuestro progreso intelectual. Insistamos una vez más en que sirve de poco
La técnica de la concentración del pensamiento se adquiere solamente con la práctica;
requiere el hábito de la atención y del estudio para ejercitar la facultad. El que no sea capaz de
lograr esto solamente puede esperar el conocimiento por la vía de la "intuición", pero esto no tiene
el valor universal que el raciocinio.
La concentración estriba en colocar y mantener en el foco de la mente al objeto del
conocimiento. La meditación estriba en captar mentalmente todas y cada una de las facetas lógicas
en que se nos puede dar un objeto. Con ello llegamos a realizar nuestra "representación" consciente
que, siendo concreta llamamos "pensamiento" y siendo abstracta llamamos "idea".
Adelantémonos a decir que la abstracción es el fundamento de todo conocimiento
filosófico y que solamente en el campo cae lo abstracto se puede hallar la "verdad".
La abstracción es la etapa final del conocimiento racional o discursivo y consiste en tina
generalización que permite la máxima certeza, y por medio de la cual se elabora la representación
genérica que llamamos "concepto", Por ejemplo; nosotros decimos: "el sol alumbra"; he aquí una
verdad concreta que como tal es muy relativa; porque, efectivamente, si nos metemos en una
caverna, el sol "no alumbra" y "tampoco alumbra" para los habitantes que están en ese momento en
el otro hemisferio de la tierra. Si generalizamos un poco más y decimos: "el sol emite rayos
luminosos", entonces esta verdad se hace más universal puesto que resulta cierta para los que están
en la caverna y para los que están en la noche, aunque ellos no reciban la luz. Mas también esta
verdad es relativa puesto que el sol no solamente emite radiaciones luminosas, sino también
caloríficas, etc. Podemos aún generalizar más diciendo simplemente: "el sol emite rayos"; y en este
caso nos colocamos más cerca de una verdad universalmente aceptable, pero todavía relativa puesto
que el sol no solamente emite radiaciones sino también emanaciones substanciales del éter. Si
damos un nuevo paso en la abstracción llegaremos a decir:
"El sol emite", con lo cual llegamos a una verdad que es aceptable para "todos" los casos
concretos a que nos hemos referido. Cuanto más abstracto el pensamiento más verdad encierra.
Y si esto ocurre en las verdades empíricas, calcúlese la importancia de este hecho en el
conocimiento de objetos metafísicos o ideales, como Dios, el alma, la Creación, etc., que
no pueden ser objetos de experiencia y en muchos casos tampoco de deducción racional.
Por este motivo, al primer período, de la segunda etapa de la iniciación le llamo
Hay ciertas operaciones de la inteligencia como la contemplación, la adoración y la
inspiración, que no pertenecen a la categoría del conocimiento racional, sino del intuitivo.
La intuición, que quiere decir "conocer viendo", es una forma de conocimiento directo,
supraracional o arracional, que supone la asimilación de una verdad, generalmente por vía
La contemplación es el conocimiento por vía de sentimiento, como ocurre en la intuición
estética y en la ética. Un cuadro, un paisaje o un concierto musical "se sienten" pero no se
razonan. El análisis destruye la contemplación. El sentimiento de caridad que se despierta
ante la contemplación del dolor ajeno, se anula con el razonamiento de la justicia divina
La adoración es conocimiento conseguido por amor. A esto aludía Platón cuando decía-.
"No hay gnosis sin eros", que luego repitió San Agustín diciendo: "No hay conocimiento
sin caridad". En puridad de verdad, no hay conocimiento cierto de una cosa mientras no
"se la siente" (-, "se la ama"; lo cual ya he explicado en mi citada obra.
La inspiración es una forma de conocimiento intuitivo con capacidad "creadora", que
debemos considerar como último peldaño de la inteligencia humana, propio del genio.
Pero esta etapa intelectual de la iniciación que hemos caracterizado por el hábito de la
abstracción, no se limita al campo de la inteligencia, sino que tiene sus inmediatas
consecuencias en los otros aspectos de la personalidad como son la vida moral y la vida
sentimental, ya que todo en nuestro ser humano va íntimamente relacionado.
En lo moral, el iniciando de esta etapa, debe realizar una suerte de "abstracción" de sus
relaciones con los demás seres, "generalizando" el sentimiento de fraternidad hacia los
demás hombres y los animales. Como dijo el Maestro Jesús, no tiene ningún mérito que
amemos a nuestros hermanos, sino que hemos de amar aun a nuestros propios enemigos.
Hay que sacar el corazón del recinto de la familia y de los amigos para llevarlo hasta los
extraños. Hay que cultivar para esto el sentimiento de simpatía como actitud "positiva" de
nuestra moral. Y de ello han de participar los animales, haciendo buena la frase de
Salomón: "El justo ama la vida de su bestia".
En lo puramente sentimental hemos de trascender el "devocionalismo" por el cual el
sentimiento se aferra a determinada fórmula, ídolo o persona, siendo "devotos" sin ser
"devocionales"; es decir guardando un íntimo respeto a todo lo que es elevado, bueno,
sublime o recto sin hacer diferencias de matices ideológicos, ni mucho menos desprecios a
lo que discrepa de nuestra manera de ver. El iniciando ha de comprender que los rituales y
ceremonias de cada religión, no tienen mayor importancia que la de ser un medio de
canalizar las fuerzas espirituales, pero que ellos por sí no crean espiritualidad, como el
canal no crea el agua que conduce. La espiritualidad es solamente fruto de las virtudes
llevadas a la práctica. Y el ceremonial o el acto de devoción sin la conducta recta son
En el aspecto mental, y corno consecuencia de todo lo expuesto, ha de trascenderse el
estudio de los fenómenos y mecanismos (ciencia positiva) para llegar al estudio de las
causas y principios (metafísica). Y al decir que debe "trascenderse" no quiero decir que
deba eludirse, por aquello de que "antes de conocer lo invisible debernos abrir nuestros
ojos a lo visible", para no perdernos en elucubraciones de la fantasía. El estudio de la
"filosofía" y con ello el cultivo de la razón en abstracto, acabará por formar en nuestra
conciencia los más sólidos y elevados conceptos.
Este período de abstracción que denomino así de una manera filosófica, corresponde
conceptualmente al grado de "Bautismo" y al grado de "Sakadagami", respectivamente, de
las iniciaciones simbólicas cristiana y brahmánica. En la iniciación buddhista
denominábase "Duramgama" (o "difícil de marchar"') en que el pensamiento se libra de lo
Como ya hemos dicho, la "intuición" es un conocimiento directo supraracional, de
un valor subjetivo, pero que generalmente, y sobre todo en objetos metafísicos, conduce a
un grado de convicción al cual no llega el conocimiento racional. Nadie se ha dejado matar
por una teoría filosófica, pero muchos mártires han perecido por su fe en Dios. La te no es
más que una intuición de los “valores" divinos.
inspiración, tienen como última finalidad proporcionar una convinccíón o sea la conciencia
Las operaciones intuitivas, ya mencionadas, de la contemplación, la adoración y la
En el aspecto intelectual, el cultivo de las operaciones "intuitivas” puede llevar a
estados psíquicos que trascienden los mecanismos corrientes de la inteligencia, como
son el éxtasis, el don profético, la revelación, la clarividencia, la gracia divina, la visión
beatífica, etc., incluidos en los conceptos de “paragnosia” o “metagnosia”
(conocimiento para normal y también llamado “sobrenatural”).
En el aspecto moral, el estado de conciencia a que se llega en esta etapa, supone la
renunciación o humildad en dicha y la resignación en el dolor. La renunciación estriba
en saber resistir los halagos de las tentaciones cuando la fortuna y el bienestar nos
favorecen; por consiguiente desarrollase espíritu de "sacrificio consciente" lo cual
revela la perenne conciencia del deber. La verdadera piedra de toque que nos evidencia
haber llegado a este estado de conciencia, está en no perder la alegría ni la calma
cuando el bienestar o la fortuna huyan de nuestro lado; es decir, la resignación en el
dolor, que es tanto como no caer en imposición, válida o desesperación.
En el aspecto sentimental, hay que desligarse del egoísmo del amor familiar, que, en
muchos casos no es realmente "amor", sino un sentimiento de simpatía enraizado en el
instinto de posesión. Si analizamos sincera e imparcialmente el sentimiento que nos liga
a las personas de la familia oiremos en cuantas ocasiones este sentimiento está basado
en el agrado y en la conveniencia de que nos sirvan, nos ayuden, nos escuchen cuando
tenemos ganas de hablar, nos soporten nuestro mal humor o nos cuenten algo cuando
no tenemos nada interesante en que pensar.
Dije en otro lugar ("Problemas Peligrosos Cap. IX. "La justicia humana y la
justicia divina") que la familia es la fórmula de bien administras instintos, pero la verdadera
espiritualidad estriba en superar los instintos mismos. Y este problema conviene
planteárselo en esta etapa, para que el sentimiento hacia la familia se convierta en
verdadero "amor" y por consiguiente en una actitud "completamente desinteresada". Y
esto será el principio del amor hacia los demás seres, para lo cual, evidentemente, no basta
cultivar un sentimiento de simpatía, sino que hay que calar más hondo, recurriendo, si es
necesario, a buscarlo por el camino del "deber" y de la justicia", que al fin son "actitudes
inteligentes" del amor y eluden "la afección al goce del amor humano" que es el verdadero
También hay que plantearse otro importante problema, como es el del dominio de
Algo hemos adelantado sobre este punto a tratar, en la etapa preparatoria, de la purificación
del cuerpo y de los sentimientos; y hay que suponer que el candidato a la iniciación se ha
esforzado por encauzar sus apetitos y deseos dentro de las normas de pureza ya descritas.
Pero, como puede suponerse, no hasta con haber cambiado ala alimentación o haber
atenuado los estallidos de las pasiones; sino que es necesario dominar las apetencias
gratificadoras de los sentidos (sensualidad) y el propio sentimiento (no ya solo el acto) de
la pasión o del deseo, o sean las "tentaciones".
En efecto: Cualquiera de nosotros puede haber cambiado su alimentación cárnea y
alcohólica por un estricto régimen vegetariano (lo cual ya es bien ventajoso), pero aun
puede cultivar su sensualidad gastronómica con las frutas sabrosas, las verduras y los
dulces, sin haber dominado la gula. Hay que llegar a no sentir la gula. De la misma
manera puede uno dominar un movimiento de agresión a otro que le injuria y le causa
indignación (lo cual es plausible), pero puede aun vibrar su sentimiento de cólera que
perturba su cuerpo y su alma. Hay que llegar a no sentir cólera.
Este dominio del sentimiento (que supone el dominio previo de los actos
consiguientes) solamente puede lograrse por la meditación de sus consecuencias objetivos
Toda esta labor interna que supone esta etapa de la iniciación, supone también un
cambio de "estado de conciencia" surgiendo el espíritu de "sacrificio consciente", o sea la
facultad de "cumplir con el deber", guste o no guste.
Este segundo período de la segunda etapa de la iniciación corresponde al grado de
"Anagami" (sin retorno) y al grado de "Transfiguración" de las iniciaciones simbólicas
brahmánica y cristiana, respectivamente. En la iniciación buddhista era el grado de
"Anutpattica" o "el que ve la realidad de las cosas".
Actitudes cardinales de la segunda etapa
El progreso psíquico que suponen los esfuerzos de la disciplina iniciática y el
dominio que., por otra parte, se va conquistando sobre la naturaleza inferior, presentan a
veces interferencias y conflictos que pueden desviar completamente de la verdadera ruta al
Conviene pues meditar sobre la significación y las consecuencias del desarrollo de
poderes psíquicos, de la medianidad, de la práctica del hipnotismo y del ascetismo.
Los poderes psíquicos, "vibhutis" o "carismas", no tienen ninguna utilidad para el
desarrollo espiritual y a veces son contraproducentes.
"Mohidin" el gran místico sufí de la España musulmana del siglo XII, dice
explícitamente en su "Fotuhat", que no deben apetecerse ni buscarse los carismas, sino
recibirlos sin alardes como un don de Dios, que aparece por cada virtud que se conquista.
Esta misma doctrina de la mística musulmana, pasó a la mística castellana con San
Juan de la Cruz y Sta. Teresa de Jesús, la última de las cuales afirma que los "carismas"
encierran graves peligros, confundiendo al verdadero religioso y haciéndole creer que son
una señal de auténtica espiritualidad, cuando en realidad pueden ser de consecuencias
satánicas y deben superarse con la práctica de las "virtudes macizas".
"Ramakrishna" en su evangelio rechaza también el cultivo de los poderes psíquicos,
ilustrando su criterio con al-unas instructivas parábolas.
En la doctrina "yoga" de Patanjali, del año 300 antes de J. C., se dice: "Los
individuos que hacen alarde de ciertos poderes psíquicos, no han llegado a yoguis, sino que
se han detenido- en una etapa parcial o inferior" (porque la mente no es el Yo, sino un
Está claro pues, refrendado por los eminentes testimonios citados, que los poderes
psíquicos (clarividencia, clariaudiencia, visión extrarretiniana, poder de levitación,
absefalesia (ponerse en contacto con el fuego sin quemarse), etc.) encierran evidentes
peligros si no se ha llegado a la perfección suficiente 'para su recto empleo, y es preferible
rechazarlos o no cultivarlos. De aquí los graves inconvenientes que se han señalado en esa
etapa de la iniciación "yoga" llamada "pranayama" o dominio de las "fuerzas vitales", en la
que se recomiendan ciertas formas de respiración para despertar ciertos "centros etéreos" y
las corrientes psicofísicas circulantes entre ellos, que a algunos ha conducido a psicopatías
o perturbaciones mentales que, en algunos casos (no siempre remediables) he tenido que
Igual tenemos que decir de la mediumnidad o facultad de servir de instrumento a
influencias psíquicas extrañas. No hay más camino recto y normal de influir en la
"psiquis" de otra persona que la persuasión. Cualquier otro camino es una verdadera,
desdicha para el influido y puede ser una maldición para el influyente.
El médium cuya facultad se explota en las sesiones "espiritistas", es un ','mentecato"
(o captado por la mente" en riguroso sentido etimológico) que abdica de su divina facultad
de sentir y pensar por cuenta propia, para convertirse en una máquina hipersensible de
pensamientos y sentimientos ajenos, vengan por caminos subconscientes o trascendentes.
Este hábito de escribir o hablar "al dictado", puede anular el "Yo" o estancar el progreso
espiritual, cuando no producir psicopatías y depresiones nerviosas que llevan a la ruina de
la razón. Pero por si no fuera poco el perjuicio que la mediumnidad acarrea al propio
médium, aun debo señalar el que acarrea a los que de él se aprovechan, con evidente falta
de conciencia o de caridad, que son gravísimos escollos en el sendero iniciático. La falta
de amor o la falta de conocimiento, suponen detención segura en el camino de perfección.
Él cultivo de la mediumnidad pasiva jamás está justificado' en el terreno espiritual. Otra
cosa es el prodigioso "carisma" de servir de canal conscientemente a una influencia
espiritual superior, cuando se ha llegado al grado requerido para ello, como Jesús cuando
después de la transfiguración sirvió de instrumento a la elevada presencia del "Cristo".
El hipnotismo o hecho de influir en la "psiquis" de otra persona mediante el "sueño
hipnótico" o estado "de trance", es igualmente recusable que la mediumnidad, porque
supone la abdicación de las facultades psíquicas del hipnotizado. La subordinación de éste
a la voluntad y al pensamiento del hipnotizador, a veces de un modo permanente, aun en
estado de vigilia, es evidente y peligrosa. El hipnotizado es también un "mentecato" o
"poseso" por la voluntad ajena. Y no cabe defender el hipnotismo, creyendo que por medio
de él pueden curarse ciertas psicopatías y ciertos vicios, porque la influencia favorable que
aparenta tener en estos casos, termina cuando muere el hipnotizador, lo cual prueba que no
se trata de una curación sino de una "contención". Y es que toda curación e corrección, de
cualquier orden que sea, tiene que ser hecha "por la propia voluntad" del paciente, si ha de
pretenderse una realización sólida, permanente y que no se oponga a la evolución
No negamos las cosas asombrosas y aparentemente "sobrenaturales" que pueden
lograrse con el hipnotismo y con el espiritismo, capaces de subyugar el ánimo de muchas
personal que necesitan de lo "milagroso" para creer en el más allá o en la existencia del
alma; pero debemos pensar desapasionadamente que todos estos efectos "paranormales"
son una de tantas manifestaciones de la "maya" o ilusión de la vida fenoménica, que, lo
mismo nos engañan que todas aquellas cosas que vemos "con los ojos de la cara", como
ellas contingentes, transitorias, cambiantes y perecederas, que nos atan a mundos de la
forma y por consiguiente nos apartan de la ruta de ascenso hacia el inundo de lo eterno, o
sea de lo que no cambia ni perece: mundo que hay que conquistar trascendiendo todo plano
El ascetismo, cuya denominación proviene del termino "askeos", meditar, no es, por
consiguiente, la mortificación del cuerpo sino la reforma de tino mismo por la meditación.
El cuerpo debe mantenerse fuerte para que sea digno instrumento de un espíritu también
fuerte. Recuérdese como el Buda abandonó a los ascetas, por creerlos equivocados, para
seguir el "sendero medio" y entregarse a la meditación por medio de la cual encontró su
doctrina de salvación. Si con el "ascetismo mortificador" trata de lograrse el
fortalecimiento de la voluntad, convengamos en que hay muchas maneras de fortalecer la
voluntad como son sacar adelante una numerosa familia, o estudiar una carrera y ejercer
Se puede hacer un alarde de voluntad mucho más útil para todos, aprendiendo a
tocar el "violoncello" o aprendiendo a hablar cuatro idiomas. La mortificación del cuerpo
es contraria a la ley natural y nada que vaya contra las leyes naturales está de acuerdo con
la Voluntad Divina, ni, por tanto, es espiritual. En cambio, el auténtico "ascetismo" que es
la meditación constante, es la fórmula de trascender la ignorancia, el dolor y todas las
calamidades humanas; en una palabra: -El camino de la salvación.
Viene aquí a punto el considerar las ventajas de la "oración" que es una forma de
La palabra correctamente empleada y emitida con voluntad (fervor), es de un poder
realizador verdaderamente extraordinario. Además toda palabra empleada en su verdadero
sentido, "evoca", "invoca" o "educe" la idea o espíritu que dio origen, creando o reavivando
una determinada forma mental" (idea o pensamiento) que se convierte en una fuerza protectora.
La eficacia de la oración exige la actitud de humildad o sumisión, Una pretendida
oración en tono imperativo o rabioso carece por completo de virtud. Y esto se debe a que
la oración (invocación a lo superior) se realiza según ley de jerarquía en que lo inferior se
subordina a lo superior. Lo contrario de la plegaria seria una "maldición", cosa que
indudablemente también tiene su fuerza si se emplea la palabra adecuada, pero que se
estrella contra la férula protectora de una invocación altruista, pura y desinteresada.
La clave de la oración estriba precisamente en su carácter desinteresado, pues como
ya he dicho en otra parte, “nunca ha de estar en los designios de lo superior, ni violentar
una ley de Dios, ni conceder algo que responda al deseo egoísta de la naturaleza inferior y
sino al orden de finalidad de la naturaleza superior".
Pensemos en que la eficacia de la oración o plegaria estriba en poner en acción
potencias de la naturaleza espiritual. Y para conseguir esto, nuestra persona ha de adoptar
una actitud sumisa hacia los "valores superiores" y conciente de que no se puede invocar la
realización de un deseo que vaya contra las leyes naturales.
Fundamentada la oración sobre estas bases, solamente falta buscar la fórmula de
expresión, es decir, las frases adecuadas; pero no para decirlas rutinaria y mecánicamente,
sino meditando lo que se dice, para despertar el pensamiento o el sentimiento
correspondiente, que es lo que puede transformarse en acto.
Fórmulas para orar hay en todas las religiones del mundo, y la costumbre de
emplearlas, indudablemente, da fortaleza espiritual y rectitud moral, aunque lo menos que
puede lograrse con ellas es un íntimo consuelo que no puede desdeñarse.
El hombre que ora encuentra siempre una respuesta superior, y si ora improvisando
la oración, llevado de un sentimiento fervoroso y vehemente, entonces la respuesta de lo
alto puede ser decisiva y luminosa.
Así pues, la oración es un medio de caminar con pasos más seguros por el sendero
iniciático; pero es estéril para este objeto si el esfuerzo y la conducta no la acompañan.
TERCERA ETAPA
De realización espiritual
Es la consecución de la finalidad iniciática, con la definitiva disposición de la
voluntad a la colaboración con la ordenación universal y como fuerza gobernadora de todo
Es la iluminación plena del alma por los "valores divinos"
a) Período de volición
La educación de la voluntad, que se ha venido preparando durante las anteriores
etapas iniciáticas, con los esfuerzos conscientes de dominio personal, se traduce ahora en
una plenitud volitiva que no es otra cosa sino el florecimiento de los tres grandes poderes o
"virtudes" llamados Fe, Esperanza y Amor: Fe o virtud de acción, Esperanza o virtud de
intelección, y Amor o virtud de creación, como ya he explicado en mi citada obra.
Las virtudes (de "vir", poder) constituyen el origen de las intenciones. Estas son
las disposiciones o direcciones fundamentales de nuestros actos. Las intenciones (que son
voliciones en potencia) se convierten en voliciones (que son intenciones en acción) y estas
son el movimiento de realización de nuestros actos.'
Las intenciones de la voluntad se modifican con la meditación y el conocimiento
(de aquí la necesidad de la segunda etapa dedicada a la educación mental). Al mortificarse
el estado de "conciencia" se modifica también el estado de "senciencia" (propiedad de
sentir y querer)) y con ello la intención.
La voluntad dirigida por las grandes virtudes del alma, gobierna efectivamente a
todos los demás elementos y vehículos de] individuo.
En lo que respecta al cuerpo físico, la, tiranía de los apetitos materiales se ha
trocado en hábitos -de pureza y de dominio de si.
En lo que se refiere al plano emocional, los anhelos vagos y los deseos
desordenados se han convertido en afecto y simpatía.
En lo que concierne a las funciones mentales, los prejuicios y los pensamientos
concretos se han abstraído en conceptos por elaboración intelectual.
El iniciado de esta etapa, consciente de su esencia divina en las limitaciones de la
carne, se siente como "crucificado" en la materia, y muchas veces se cierne sobre él ese
estado de conciencia que se ha llamado la "noche espiritual", en el que su espíritu (como el
de "Cristo" en la agonía de la cruz) se encuentra dolorido, escarnecido y solo, muchas
veces torturado por esas "bebidas amargas" de la traición, la negación y el abandono, como
con tan vigorosos trazos nos Pinta San Juan de la Cruz en "La noche oscura del alma" y
modernamente A. Besant en su "Noche espiritual", donde hace acertadas consideraciones
sobre la acción de las "Potencias de la Noche" que "con una sola de sus ráfagas parecen
ahuyentar todos los tesoros espirituales que largos años de prueba e incesante trabajo
Pero, no debe abatirse el candidato, si por ley de su destino hallase en semejante
trance. ¡Hay que morir para después resucitar!
Hay que bajar al "sepulcro" o se a "descender a los infiernos" como hicieron
simbólicamente los grandes iniciados ("Orfeo", ' Cristo", etc.), que equivale a descender a
estados de conciencia "inferiores" o "infernales", para "resucitar al tercer día de entre los
muertos" (según la simbólica frase de las iniciaciones egipcias en su prueba final) y
"ascender a los cielos" en definitiva y apoteósica liberación.
Este concepto y no otro encierra la expresión cristiana de "subir al cielo en carne
mortal" que es el mismo concepto buddhista del "Upadhisesha" o "nirvana alcanzado en
este mundo". Tras la noche espiritual "se resucita" definitivamente en la conciencia divina.
Al llegar a tal grado de volición, el iniciado ha trascendido sus deseos de vida en
mundos de manifestación, y toda inclinación a la vanidad (actos sin fondo) y a la auto-
justicia. Es difícil para el que no ha llegado a este grado, imaginarse un estado de
conciencia que haya logrado anular todo pensamiento o todo acto que no lleve una
finalidad deliberada que al mismo tiempo haya y superior, y alcanzado esa sublime
despreocupación por la vida fenoménica de este mundo, Conde el mal son pura ilusión.
Este primer período de la tercera etapa, también llamado "cuarta iniciación" se
corresponde con el grado de "Arhat" o "Arhattva" (absorción en lo divino) de la iniciación
brahmánico-budhista y con la etapa de "crucifixión" en los misterios cristianos. En la
iniciación buddhista identificase con el grado de "Abhimukhi" ("Vuelto hacia") o de
b) Apoteosis o Gran Iniciación
Consiste en la realización espiritual plena, tras la cual se ha trascendido el mal y el
dolor. Estado de perfección al que solamente han llegado en la historia humana, esos
genios o "Grandes Iniciados" que han dado a los hombres los altos mensajes del espíritu y
las normas de su convivencia; tales como Hermes-Orfeo, Krishna, Moisés, Pitágoras,
Buddha, Lao-Tseu, Jesús, San Francisco, Zoroastro y otros.
Todos estos hombres que realizaron lo divino en lo humano, que fueron verdaderas
encarnaciones del Verbo divino, que ya no tenían nada que aprender porque fueron
esencialmente omniscientes hubieron conseguido la total sublimación de todas las
En el aspecto consciente, la "abstracción de la Unidad" de todas las cosas; lo que
equivale a la desaparición de la "ilusión de separatividad", según aquella frase
terminante e insistente de los Vedas, que nos dice: "Ta twan asi": "tu eres esto".
Añádase todavía la clara conciencia del Plan Universal y el pensamiento
indeclinable de colaboración en él.
En el aspecto senciente, el sentimiento de Amor universal y la identificación con la
Voluntad cósmica o divina. Este estado de conciencia lleva consigo la perfecta
serenidad (cualidad privativa de los espíritus luminosos) y la ausencia de todo
Los Grandes Iniciados han merecido también el calificativo de "Maestros de
Compasión” porque renunciaron al disfrute de su “morada espiritual” para sacrificarse por
los hombres, hacerse participes de sus dolores y darles un mensaje y un ejemplo de
liberación, elevándose a la vida que no tiene fin.
Estos grandes renunciadores, generalmente sacrificados por aquellos a quienes
trataron de redimir, fueron la personificación de ese estado de espíritu que ha sido llamado,
en el simbolismo filosófico-religioso, Brahma-Nirvanam, Samvriti, Paranirvana,
Anupadhiseslia, Apoteosis, Epifanía y Glorificación; siendo Ellos "Hijos de Dios" y
"Salvadores" llamémosles genéricamente "Nirmanakayas", "Mahatmas", "Tathagatas",
"Buddhas", "Cristos" o "Adeptos".
CONSIDERACIONES Y CONSEJOS FINALES
Terminado este programa de perfección humana, en el que he tratado de hacer una
exposición orgánica de ese proceso que llamamos Iniciación, réstame puntualizar distintos
aspectos de orden práctico que han de ser útiles al estudiante o iniciando de buena
El abrirse el alma a los valores del espíritu no está en nuestro poder en un momento
determinado; esto viene solo por la iluminación interna cuando, merced al esfuerzo
desinteresado de superación, se ha conseguido determinado grado de "evolución anímica".
El sentimiento de Dios o del aspecto divino del propio "Yo" (Cristo en nosotros) no
se puede comunicar por enseñanza; es decir, no se puede iniciar a otro. La intuición de los
valores absolutos se despierta en nosotros solamente por esfuerzo personal o por la "gracia
de Dios". Por esto dijo Cristo: "Aunque soy yo el que da testimonio de Mi, mi testimonio
es veraz"; frase que tiene otras frases gemelas en la literatura religiosa, como aquellas de
"No hollarás el Sendero mientras no te conviertas en el Sendero mismo" ("Luz en el
Sendero"), "Nadie sabe lo que es el Gral. como no venga conducido por el Gral. mismo"
("Parsifal"), "Yo no digo mi canción sino a quien conmigo va" (Romance del "Infante
A nadie convencen los argumentos para explicar la existencia de lo Divino más que
a los ya creyentes. Todo esto podría llevar al convencimiento de que en materia de
iniciación religiosa es inútil buscar un "maestro" haciendo buena la afirmación de Proclo de
que "las almas grandes se inician por si solas". Pero esto no es así de una manera general;
y en este, como en otros caminos del conocimiento, la necesidad de una técnica o de un
orden, así como la utilidad de la sabia experiencia de otros, exige en la mayor parte de los
casos, la dirección de un "maestro", pero con muy especiales condiciones en esta materia.
EL MAESTRO Y EL DISCÍPULO
En el orden espiritual, el Maestro no es un simple expositor de doctrina; o dicho de
otro modo, el Maestro no realiza solamente una labor docente. La característica del
magisterio espiritual estriba en que la enseñanza intelectual tiene que ir necesariamente
acompañada de la simpatía y del ejemplo. Hay que vivir, lo que se predica cómo ya he
dicho, y vivirlo cordial y bondadosamente.
Solamente en esta actitud puede surgir el amor admirativo del discípulo, que es la
condición sine qua non para que este capte intuitivamente el estado de conciencia del
Maestro. (O dicho en términos que viva en su misma "mora, os iniciáticos, parada").
En el sendero de la iniciación, para educir la conciencia de los valores divinos, tiene
más eficacia la intuición subjetiva de una idea que su explicación racional, y esto exige un
"trasiego de sentimientos por simpatía penetrativa" (como dijo Gründler") entre el Maestro
y el discípulo. Lo cual, por otra parte, se acrecienta cuando el discípulo convive en plano
de humildad y de servicio con el Maestro.
De esta manera véase frecuentemente que, personas sin cultura pero llenas de
cualidades morales (humildad, generosidad, buena voluntad...) son capaces de
"comprender" y de "sentir" conceptos que jamás hubiesen atisbado por camino racional.
La pedagogía iniciática es esencialmente "educativa", es decir "saca" (o "educe")
del discípulo las cualidades y facultades que yacen en su psiquis potencialmente. Es un
"despertar" espiritual que hace buena aquella frase de Platón de que "Aprender es
Los estados de conciencia o "modos abstractos" de la mente, son (por ser
conceptuales) mucho más sólidos y verdaderos que las representaciones concretas de los
objetos. Y la iniciación es la conquista progresiva de "estados de conciencia" cada vez más
elevados y no el incremento de la cultura intelectual o erudición. El iniciado no ha de ser
un intelectual sino un inteligente. Aunque la cultura nunca sea desdeñable y si muy
deseable, sobre la firme base de unos pocos conceptos sólidos y verdaderos.
Con lo dicho creo que puede comprenderse bien el sentido que deben tener los
conceptos de Maestro y Discípulo en el orden espiritual.
Ahora bien: El acatamiento a las ideas y a la conducta de un Maestro, no equivale a
una adhesión pasiva e incondicional que implique la anulación de las propias facultades de
pensar y de sentir. No; todo lo que vaya contra nuestra razón y contra nuestro sentimiento,
debe ser objeto de interrogación y análisis, por muy directamente que proceda del '
Maestro. Repitamos que el Maestro es un "educador", pero no un mero instructor; y
digamos también que, todo aporte de conocimiento que proceda del Maestro tiene que
transformarse en vivencia para que tenga eficacia espiritual en el discípulo. Hay que ungir
las ideas con el calor del sentimiento.
Es por esto por lo que la metafísica religiosa, se ha expuesto más frecuentemente en
forma mitológica que filosófica. La fábula o mito llega más fácilmente a la conciencia de
las gentes que el razonamiento lógico; y esto ocurre sencillamente porque el primero va
acompañado del factor sentimental. También el arte, que despierta en nosotros "intuiciones
estéticas", es un elemento de inapreciable valor para la iniciación. Muchas cosas que no
llegan a nuestra conciencia por el camino de la inteligencia racional, si llegan por el camino
de la "intuición estética". La sublimidad de la emoción divina, que muchas veces no puede
concebirse por simple descripción literaria, puede lograrse oyendo música religiosa de
Haydn, de Haendel, de Bach, de Beethoven o de Wagner. La comprensión de lo que
supone el estado del alma "en el infierno", es más fácil escuchando los preludios de los
actos 2 y 3 del "Sigfredo" de Wagner que leyendo las espeluznantes descripciones del
Dante. Una "madona" de Rafael da más idea de la virginidad o "pureza del corazón" que
los más elocuentes textos mariolátricos.
En fin: - Los que soñamos con una humanidad mejor, y tenemos fe en que puede
conseguirse, siquiera sea entrando por el "angosto camino" y por la "puerta estrecha" que
conducen a la salvación, debemos pensar seriamente en todo cuanto queda expuesto y
tomar nuestro báculo y comenzar paciente y fervorosamente el ascenso por el "sendero"
que conduce a la anhelada cima.
En San Salvador a 9 de Febrero de 1952.
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