La BioEmoción, ¿qué es?
El ser vivo tiene un cuerpo para expresar los programas de supervivencia y de adaptación a las novedades imprevistas del día a día. Este cuerpo posee en si todos los recursos para hallar el origen de la enfermedad, tratar la causa y el mantenimiento y prevenirla.
Enfermar es posible gracias a ciertos principios biológicos. El síntoma es la reacción de adaptación a un acontecimiento no finalizado que se fija en el tiempo.
Podrá reproducirse lejos del trauma de partida por simple estimulación interna (pensamiento) o externa (ancla). El trauma va seguido de una amnesia post- traumática.
El síntoma se mantiene a lo largo del tiempo gracias a la creencia limitante causante o consecuencia del choque. En otras palabras, el problema no es la enfermedad sino aquello que la ha creado: ese acontecimiento tan chocante que hemos reprimido.
“La enfermedad del cuerpo es la traducción, por el cerebro, de un programa biológico de supervivencia vivido por la psique. “
“No es yendo hacia nuestra luz que seremos luminosos sino aceptando de sumergirnos en nuestra oscuridad”.
Introducción
La Bioemoción es una nueva aproximación a la salud desde un punto de vista práctico que se interesa, sin excepción, por todos los síntomas:
- físicos: angina, cáncer, esclerosis en placas, diabetes, alergias, etc.
- psíquicos: depresión, fobia, obsesiones, etc.
La Bioemoción se apoya en la experiencia de numerosos investigadores y practicantes como por ejemplo: Claude Sabath, Marc Fréchet, Groddeck y el Dr. Hamer, médico alemán, y otros autores han demostrado que las “enfermedades” no existen como tales sino que se trata de programas biológicos cargados de sentido. La enfermedad tiene pues un sentido; es un programa biológico de supervivencia para suprimir el estrés fruto de los conflictos que afectan a todo ser vivo.
La Bioemoción es aprender a encontrar el conflicto (biochoque) y tratarlo; es aprender a descodificar numerosas enfermedades físicas.
El objetivo de esta formación es haceros adquirir una escucha y una comprensión biológica de los síntomas.
La Bioemoción investiga las claves emocionales que subyacen a los síntomas de la enfermedad.
Mente y cuerpo conforman una unidad en la que todos los sistemas se encuentran interconectados. Los traumas, tanto si son emocionales, mentales, o físicos, se almacenan en forma de recuerdos, a veces conscientes, otras no, pero todos tienen una incidencia que va dejando su huella tanto en el cuerpo como en la mente.
Cuando se observan las enfermedades se constata que todas arrancan de un conflicto emocional concreto y puntual (un divorcio, un despido, un sentimiento de fracaso, de falta de control, etc). Las emociones (del latin emovere, remover, sacar de un lugar) rigen todos los sistemas del organismo, son las encargadas de movilizar las válvulas del corazón, los esfínteres del aparato digestivo que se abren y cierran, la propia digestión, todo está regido por las moléculas de la emoción que tienen una acción física y manifiesta.
Un acontecimiento estresante entra a formar parte de la biología cuando el sujeto no lo controla, cuando no es capaz de encontrar una solución satisfactoria inmediata y la emoción no se expresa. Ese sentimiento se convertirá en una vivencia biológica (indigesta-aparato digestivo, asfixiante-aparato respiratorio, desestructurante-huesos, etc). Si reprimimos la expresión de las emociones, también reprimimos nuestras funciones orgánicas, lo que a la larga produce enfermedades o malestar ya que se trata de una parte intrínseca del funcionamiento de nuestro cuerpo.
Al no liberarla de forma natural, esa energía se acumula y repercute sobre el estado físico. La persona permanece en un estado de conflicto inconsciente, provocado por el acontecimiento que le ha sacudido, a veces, durante años y una parte de su ser, de su energía queda bloqueada.
Diccionario bioemocional https://play.google.com/store/apps/details?id=com.biodespertar.dicciobio&hl=es_419
EL ARBOL GENEALOGICO
El estudio del transgeneracional se basa en buscar en el árbol familiar o genealógico aquellos hechos o circunstancias que marcan y determinan nuestra vida individual. Los secretos, los no dichos, los dramas vividos en el clan, todas estas vivencias no resueltas, pasan de generación en generación a la espera de que alguien del clan les dé luz y los gestione de un modo más diferente.
Nuestro carácter, salud, relaciones, trabajo etc. pueden estar condicionados de forma inconsciente por nuestra historia familiar. Descubre a través de fechas, si tú eres el elegido para iluminar tu árbol.
Para hacer el árbol genealógico y hacer un estudio del trasgeneracional, representaremos a las mujeres del clan con un circulo y a los hombres con un triangulo. La persona consultante aparte del símbolo que le corresponda, hará un cuadrado alrededor para que fácilmente se pueda ver dónde está.
Aquí tienes un árbol mínimo para empezar con los padres y los abuelos, a partir de aquí vas ampliando. A mí me gusta que cada uno haga su árbol a mano escogiendo un momento de tranquilidad donde pueda estar sólo. La forma de hacer el árbol también nos puede dar información valiosa.
Entrevista con Anne Ancelin-Schützenberger, Revista Nouvelles Clés (1999)
Antigua resistente, tanto teórica como mujer de acción, abierta a todas las innovaciones, psicoanalista, analista de grupo – una de las primeras terapeutas que utilizó el psicodrama de Moreno en Francia – y profesora emérita de psicología en la universidad de Niza, donde dirigió durante más de veinte años el Laboratorio de psicología social y clínica, en otro tiempo colega de Jacques Lacan y de Françoise Dolto, se convirtió en una celebridad en el mundo entero cuando, habiendo ya comenzado la segunda mitad de su vida, publicó un libro que iba a convertirse en un best-seller: “¡Ay mis ancestros!”
“Somos menos libres de lo que creemos, dice Anne Ancelin, pero tenemos la posibilidad de conquistar nuestra libertad y de salir del destino repetitivo de nuestra historia si comprendemos los complejos vínculos que se han tejido en nuestra familia”.
¿Sú método?
La «Terapia transgeneracional psicogenealógica contextual», cuya misión primera es estrechar el cerco de nuestras «lealtades invisibles» que nos obligan a «pagar las deudas» por nuestros ancestros, lo queramos o no, lo sepamos o no. Como escribe en ¡Ay mis ancestros!: “La vida de cada uno de nosotros es una novela. Vosotros, yo, vivimos prisioneros de una invisible tela de araña de la que también somos uno de los directores. Si enseñáramos a nuestro tercer oído, a nuestro tercer ojo, a comprender mejor, a oír, a ver estas repeticiones y estas coincidencias, la existencia de cada uno de nosotros sería más clara, más sensible a lo que somos, a lo que deberíamos ser. ¿Podemos escapar de esos hilos invisibles, de esas «triangulaciones», de esas repeticiones?
Nouvelles Clés: usted es psicoanalista, pero cuando recibe a un paciente, se interesa muy poco en su historia individual: le pide que le dé informaciones sobre la vida de sus ancestros. Le hace que escriba fechas. ¿Cómo ha llegado a transformar así el desarrollo de la cura?
Anne Ancelin Schützenberger: en los años setenta, iba a analizar a domicilio a una joven sueca de treinta y cinco años que estaba desahuciada por el cáncer. Los médicos acababan de amputarle una parte del pie y se preparaban, impotentes, a amputar todavía más. Ya que yo era psicoanalista, pedí a esta mujer que dejara libre su mente y me contara todo lo que pasaba por su cabeza. Como ya sabe, este ejercicio habría podido desarrollarse durante diez años. Había el retrato de una mujer joven en la pared del salón. Mi paciente me dijo que se trataba de su madre, muerta de cáncer a la edad de treinta y cinco años. Y bueno, no sé porqué, ese día, esta doble coincidencia de edad y enfermedad me dejó estupefacta. De pronto tuve la impresión de que esta mujer se había programado para caer enferma a la misma edad en que su madre había muerto de cáncer.
N. C.: ¿Qué le impedía pensar en la enfermedad como una simple casualidad?, ¿o más bien como una transmisión genética?
A. A.-S.: Esa es la dificultad que se plantea para todo lo que incumbe al inconsciente, invocar como una causa el azar. En cuanto a la genética, difícilmente podía hacer coincidir las fechas hasta ese punto. Sobre todo porque esta historia me recordó inmediatamente otra… Me acordé de que un día mi hija me había dicho: ”¿Te das cuenta mamá?, eres la mayor de dos niños y el segundo está muerto; papá es el mayor de dos hijos y el segundo está muerto; yo soy la mayor de dos hijos y el segundo está muerto”. Esto había sido una primera conmoción. Esta vez, me dije que iba a verificar con otros pacientes lo que intuía respecto a esta mujer. Les pedí a todos que dibujaran su árbol genealógico y, si era posible, indicaran bajo el nombre de los ancestros los momentos más importantes de la historia familiar. Tuberculosis del abuelo, matrimonio de la madre, accidente de coche del padre. También les pedí que pusieran la edad y la fecha en las que se habían producido tales acontecimientos. Los árboles genealógicos me revelaron repeticiones asombrosas: una familia en la que las mujeres, leucémicas, morían durante tres generaciones en el mes de mayo; una sucesión de cinco generaciones en la que las mujeres se volvían bulímicas a la edad de trece años; una genealogía en la que los hombres eran víctimas de un accidente de coche el día de la primera vuelta a clase de su primer hijo.
Estará de acuerdo en que sería demasiada osadía ver la acción de la casualidad en las familias en las que se encuentran, en cada generación, las mismas fechas de nacimiento, el mismo número de matrimonios en los hombres y siempre a la misma edad… En cuanto a la herencia genética, ¿cree que un accidente de coche pueda transmitirse a través del ADN?
N. C.: ¿Cómo pueden explicarse tales repeticiones? ¿Por qué repetimos cosas vividas por nuestros padres o por nuestros ancestros?
A. A.-S.: Repetir los mismos hechos, fechas o edades que han conformado el drama familiar de nuestros ancestros es para nosotros una manera de honrarlos y de serles leales. Esta lealtad es la que empuja a un estudiante a suspender un examen, con el deseo inconsciente de no estar por encima de su padre socialmente, o a seguir siendo fabricante de instrumentos de música de padre a hijo o, para las mujeres de una misma línea genealógica, casarse a los dieciocho años para dar a luz a tres hijos y, si es posible, niñas…
A veces, esta lealtad sobrepasa los límites de lo verosímil: ¿conoce la historia de la muerte del actor Brandon Lee? Le mataron durante un rodaje porque, desafortunadamente, alguien había dejado olvidada una bala en un revólver que debía estar cargado con balas de fogueo. Ahora bien, justo veinte años antes de ese accidente, su padre, el famoso Bruce Lee, había muerto en pleno rodaje, de una hemorragia cerebral, durante una escena en la que debía interpretar el papel de un personaje muerto accidentalmente por un revólver que debería haber estado cargado con balas de fogueo…
¡Estamos literalmente impulsados por una poderosa e inconsciente fidelidad a nuestra historia familiar y tenemos una gran dificultad para inventar algo nuevo en la vida! En algunas familias, vemos que se repite el síndrome de aniversario – en forma de enfermedades, muertes, abortos naturales o accidentes – en tres, cuatro, cinco o a veces ocho generaciones. Pero hay una razón más intrincada por la cual repetimos enfermedades, así como accidentes de nuestros ancestros. Si tomamos cualquier árbol genealógico, vemos que está repleto de muertes violentas y adulterios, de anécdotas secretas, de bastardos y de alcohólicos. Estas son cosas que se ocultan, heridas secretas que no se quieren mostrar.
Ahora bien, ¿qué ocurre cuando, por vergüenza o por conveniencia, no hablamos del incesto, de una muerte sospechosa, de los fallos del abuelo? El silencio que se haga sobre un tío alcohólico, creará una zona de sombra en la memoria de un hijo de la familia, quien para colmar ese vacío y rellenar las lagunas, repetirá en su cuerpo o en su existencia el drama que se le intenta ocultar. En una palabra, será alcohólico como su tío.
N. C.: ¿Pero esta repetición supone que ese chico sepa algo de esta vergüenza familiar y que haya oído algo sobre su desgraciado tío… verdad?
A.A.-S.: ¡Por supuesto que no! La vergüenza no necesita evocarse en absoluto para pasar la barrera de las generaciones y venir a perturbar un eslabón débil de la familia. Voy a darle un ejemplo de una niña de cuatro años que, en sus pesadillas, se ve perseguida por un monstruo. Se despierta por la noche tosiendo y, cada año, por la misma fecha, su tos degenera en una crisis asmática. Es el 26 de Abril, me dice la madre. Yo conozco las fechas de la historia de Francia (muchos traumatismos ancestrales encuentran su origen en las persecuciones o en los campos de batalla). El 26 de Abril de 1.915, las tropas alemanas lanzaron por primera vez gas tóxico sobre las líneas francesas. Después, miles de “peludos” (militares franceses de la primera guerra mundial, ya que no podían afeitarse) perecieron asfixiados. El hermano del abuelo era uno de esos soldados. Le pido a la niña que dibuje el monstruo que ve en sus pesadillas. Ella dibuja con un lápiz lo que llama ¡“unas gafas de submarinismo con una trompa de elefante”! ¡Era una máscara de gas de la guerra de 1914- 1918! Sin embargo nunca había visto una máscara de gas y nunca le habían dicho nada sobre la asfixia del abuelo. Pues bien, a pesar de todos esos obstáculos, la información pudo pasar. ¿Cómo? Quizá por el hecho de querer evitarlo. El recuerdo del muerto mal enterrado creó en la madre una zona de sombra en la que se ocultó el dolor. Hipótesis: a lo largo de su vida, habrá habido lagunas en la forma de hablar de esta mujer; cada vez que haya encontrado la ocasión de pensar en la brutal muerte de su abuelo (una foto familiar, una imagen de guerra en la televisión), habrá manifestado una conmoción que, sin duda, se habrá expresado primero en la mirada, en la voz o en las actitudes más que en el contenido de las palabras que habría podido quizá intercambiar. Habrá evitado ver cualquier película de guerra… Habrá hablado mal de Bélgica… Habrá tenido miedo del gas…
N. C.: O sea, que esos soslayamientos pueden transmitir una información “de manera indirecta”. ¡¿Pero pueden alcanzar tal grado de precisión que lleguen a grabar la imagen fotográfica de una máscara de gas en las pesadillas de la niña?!
A. A.-S.: Yo no pienso que sea eso lo que ha pasado entre esta madre y su hija. Más bien creo que lo que tiene lugar aquí es una comunicación de inconsciente a inconsciente.
N. C.: ¿Quiere decir que las imágenes, o los secretos de familia, pasan de una generación a otra por telepatía?
A. A.-S.: No. Por la unidad dual madre-niño. Creo que durante su desarrollo en el útero, el niño sueña como sueña su madre y que todas las imágenes del inconsciente maternal y del coinconsciente familiar pueden impresionar de esta manera la memoria del niño que va a nacer. Esta hipótesis todavía no ha dado lugar a ninguna exploración científica seria. ¡Sin embargo, nos va en ello la salud!
N. C.: La fidelidad a nuestros ancestros nos gobernaría… Nuestro inconsciente nos impulsaría a honrarla y, para ello, utilizaría medios sorprendentes: provocar un cáncer, enviarnos bajo las ruedas de un coche. ¿Se podría explicar esto en términos médicos?
A. A.-S.: En realidad, esta forma de maldición viene de un mecanismo que la medicina conoce cada vez mejor. Toda muerte o idea de muerte provoca en el hombre una depresión. Perder su propia casa o su empleo supone también un duelo. Al entrar en la tristeza del duelo se disminuye la inmunología. Muchas personas piensan de una forma totalmente inconsciente que van a morir a una edad concreta: “Mi madre murió a los treinta y cinco años y yo no sobrepasaré esa edad”, se dice la mujer. A la edad prevista, cae en una depresión que debilita su sistema inmunitario hasta el punto de dar lugar a un cáncer. Es el mismo mecanismo para el accidente de coche: cuando llega la fecha aniversario de un traumatismo olvidado en la familia, alguien puede empezar a arriesgarse de manera insensata y el accidente, evidentemente, se produce. El inconsciente se encarga de todo eso, como si fuera un reloj invisible.
N. C.: ¿Puede evitarse? ¿Se puede salir de la repetición para nacer libremente a la propia historia?
A. A.-S: Para curarse de la repetición, primero hay que ser consciente de ella. Recuerde la joven sueca. Cuando la ayudé a darse cuenta de que si sucumbía a su cáncer, no habría ya nadie para poner flores en la tumba de su madre, se operó un cambio radical en su enfermedad. Dejó de tener síntomas, volvió a gozar de más energía y a coger peso, recuperó su trabajo y una vida normal. Si el origen del mal está cerca de la consciencia, visualizar el árbol genealógico y darse cuenta de la repetición, pueden liberar al enfermo del peso de las lealtades familiares inconscientes. Personalmente, únicamente haciendo que alguien dibuje su árbol genealógico, llego a poner al día en seis horas lo que podía hacer antes en diez años cuando una persona estaba en el diván! Obtengo un diagnóstico casi inmediato. Pero ello no exime del trabajo necesario con los sueños y las asociaciones de pensamientos que forman parte de la cura analítica. Y a veces también sucede que el secreto está tan escondido que la toma de conciencia no da nada. Entonces hay que recurrir al psicodrama. Porque éste ayuda a revivir la emoción de lo que se ocultó y a borrar la tensión que ha podido nacer entre lo que se nos oculta y lo que, de todas maneras, hemos presentido. Hablar, llorar, gritar, golpear, previenen la conversión de la enfermedad psíquica en síntoma somático. Por ello se necesita ponerlo en escena, representarlo. Durante una consulta, puedo invitar a un hombre a tocar la trompeta en un episodio sangriento de la batalla de Sedan, de pie en la alfombra, al lado del diván. Hago que interprete la muerte del bisabuelo en el campo de batalla.
N. C.: El siglo XX ha sido el siglo de las hecatombes. Por primera vez en nuestra historia, millones de hombres han sido enterrados – a menudo sin sepultura – lejos de su tierra natal y lejos de sus ancestros. ¿Se podría hablar aquí de un enorme malestar transgeneracional en nuestra civilización?
A. A.-S.: Cuando se sabe que un muerto mal enterrado impide que se pueda realizar debidamente el duelo en la familia, es fácil imaginar que una hecatombe pueda generar un inmenso malestar en nuestra civilización, en efecto. Y no cuento los hijos de los judíos deportados a los campos de concentración que sufren crisis asmáticas, eczemas y violentas jaquecas en las fechas aniversario de la deportación. Creo que un trabajo terapéutico puede hacerse también a escala de los pueblos y naciones. Cuando un ancestro ha sufrido, es fundamental para la descendencia que su dolor sea reconocido. Fue muy importante para los Armenios ver reconocido recientemente su genocidio por la comunidad internacional, incluso cincuenta años después. Había que matar al fantasma. Y le apuesto a que millones de armenios se han apaciguado en lo más profundo de su ser. Dicho esto, no se necesitan circunstancias tan dramáticas para que el síndrome de repetición deteriore la existencia. Por ejemplo, entre las muchas personas que han venido a mi consulta porque estaban aquejados de trastornos psicosomáticos inexplicables, hay algunos de ellos que tienen pesadillas repetitivas que hacen que suspendan sistemáticamente sus exámenes y tiren por tierra su vida profesional. Pienso en un joven con el que descubrí que desde finales del siglo XIX, catorce de sus primos habían suspendido el bachillerato. Cercamos el origen de este trastorno y finalmente comprobamos que el bisabuelo de este chico había sido expulsado de su casa la víspera del bachillerato porque se había acostado con la criada y ésta se había quedado embarazada. Pues bien, el biznieto llevaba todavía el peso de esta “falta original” cuidadosamente escondida por toda la familia.
N. C.: ¿Cómo explicar la admiración actual por la terapia transgeneracional?
A. A.-S.: Estamos viviendo un periodo de transformación radical de nuestro entorno y de nuestra manera de pensar, de nuestro ámbito de vida y de su contexto. Como dice Alvin Toffler, es un estrés colectivo, una especie de conmoción futura, que muchas personas viven de manera angustiosa. ¡Actualmente desconocemos tantos datos – entre ellos la supervivencia de nuestra cultura, es decir, la de nuestro planeta! En este caos general, muchos terapeutas se encuentran confrontados a casos difíciles que las teorías clásicas no explican o explican mal. Permitir un enraizamiento de la persona en su propia historia forma parte de las soluciones.
N. C.: En su enfoque transgeneracional, hace referencia a menudo al psicoanalista húngaro Ivan Boszormenyi-Nagy. ¿Qué ha puesto él de relieve?
A. A.-S.: En su práctica, hacía hablar a los clientes sobre su vida. Según él, el objetivo de la intervención terapéutica era restituir una ética de las relaciones transgeneracionales. Su concepto de «lealtad» ha clarificado mucho mi trabajo. De la lealtad de los miembros de un grupo depende la unidad de éste. Esta lealtad incluye tanto los pensamientos como las motivaciones y actos de cada uno de los miembros de ese grupo. De aquí sale otro concepto: el de la justicia familiar. Una justicia mal hecha desemboca en mala fe, en explotación de los miembros de la familia entre ellos, o en enfermedad o accidentes repetitivos. Mientras que de otra forma, hay afecto, consideraciones recíprocas y las cuentas familiares pueden estar al día. Podemos hablar literalmente de un “balance de cuentas” familiares y de un gran “libro de cuentas” de la familia, en el que se verifica si tenemos crédito o débito. Si se arrastran deudas, obligaciones o impagados de generación en generación, podemos encontrarnos con toda clase de problemas…
N. C.: ¿Puede darnos un ejemplo de deuda en las cuentas familiares?
A. A.-S.: La deuda más importante de la lealtad familiar es la de cada hijo hacia sus padres por el amor, afecto, fatiga y consideraciones que ha recibido desde su nacimiento hasta el momento en que se hace adulto. La manera de pagar esta deuda es transgeneracional, es decir que lo que hemos recibido de nuestros padres, se lo damos a nuestros hijos, etc. Pero sucede que hay distorsiones malsanas entre los méritos y las deudas. Tomemos un ejemplo clásico: en determinado número de familias, la hija mayor sustenta el papel de madre de los demás niños y a veces de su propia madre que, en ese caso, se hace ayudar, cuidar y apoyar por su hija. Es lo que se llama parentificación. Un niño que tiene que convertirse en padre siendo muy joven, lleva un desequilibrio relacional significativo. En realidad, es difícil comprender los lazos transgeneracionales, el libro de los méritos y las deudas, porque no hay nada claro. Cada familia tiene su manera de definir la lealtad familiar. Pero el estudio transgeneracional puede aportar otro punto de vista decisivo.
N. C.: En su trabajo hay un enfoque antropológico en el que usted insiste sobre la importancia vital de las “reglas familiares”…
A. A.-S.: Citemos algunas reglas que encontramos a menudo.
Existen familias para cuidadores/cuidados: algunos miembros cuidan a otros que están enfermos. También familias en las que la regla es hacer cualquier cosa para que el hijo estudie – el mayor no será el mayor de los hijos sino el primer hijo. Hay familias en las que se fabrica así un hijo mayor para que se encargue de los negocios familiares. En otras familias, varias generaciones cohabitan sistemáticamente bajo el mismo techo…
Cuando se mira un genosociograma, es importante ver bien qué reglas están en vigor y quien las elabora. Puede ser un abuelo, una abuela, un tío…
Cuando comenzamos a percibir bien esas reglas, podemos intentar ayudar a que la familia alcance un mejor funcionamiento en la relación y a que cada uno de sus miembros tenga un mayor equilibro entre deudas y méritos. No siempre es fácil comprender todo cuando se descifra a una familia…
N. C.: Ud también se ha interesado en el fracaso escolar que según usted sería a menudo de orden transgeneracional.
A. A.-S.: Mi enfoque es a la vez contextual, psicoanalítico, transgeneracional y etológico. Cada una de esas ciencias es importante y sus aportaciones son complementarias. En el caso del fracaso escolar, hay que añadir el aspecto socioeconómico de estas lealtades familiares brillantemente analizadas por Vincent de Gauléjac, que me ha abierto bien los ojos.
Él demuestra hasta que punto es difícil para un buen hijo o para una buena hija sobrepasar el nivel de estudios de su padre; por ejemplo, se pondrá enfermo la víspera del examen o tendrá un accidente cuando va al lugar donde se realiza tal examen. Al hacer esto, responde inconscientemente al mensaje doblemente apremiante de su padre (o de su madre): “Haz como yo, pero sobre todo no hagas como yo!” O bien: “Haré cualquier cosa por ti y quiero que triunfes… pero me da un miedo terrible que me sobrepases y nos dejes”. Ahora bien, esos mensajes y actos fallidos datan, la mayoría de las veces, de generaciones precedentes. Ahí también estamos gobernados por la fidelidad a los ancestros aunque sea inconsciente o invisible.
N. C.: Nuestro destino individual puede estar guiado por la historia de las generaciones anteriores. Lo cual significa que un acontecimiento vivido por un ancestro cincuenta o cien años antes puede orientar las elecciones de vida, determinar las vocaciones, desencadenar una enfermedad e incluso provocar la caída accidental de un biznieto por la escalera. ¿Qué queda entonces del libre albedrío?
A. A.-S.: Todo. Porque se nos ha dado la elección de liberarnos de la repetición para nacer a nuestra propia historia.
EL NIVEL DE CONSCIENCIA DE NUESTRO ÁRBOL GENEALÓGICO.
Empecemos por saber, lo que significa la consciencia.
La consciencia, es un estado pleno de unión y afinidad con la vida universal.
Saber de dónde venimos, hacia dónde vamos, qué somos realmente, etc.
Se habla mucho últimamente de vivir en consciencia, de tomar consciencia, de ser conscientes, y no se refiere al ámbito psicológico de no estar dormidos, sino al acto mismo de entrar en conexión con una fuerza superior y comprenderla, abrir los ojos a nivel espiritual.
Incluso, ortográficamente, se ha validado tanto el escribir "consciencia", como el escribir "conciencia", refiriéndose ésta última a lo espiritual, y la primera al aspecto psicológico. Aunque finalmente, es lo mismo.
Vivir en consciencia de lo que somos, nos hace dejar de preocuparnos por el candidato ganador, por el precio del dólar, por el equipo campeón, por la boda de tal o cual artista, porque nos hace estar un paso adelante de eso y pensar que somos seres eternos en cuerpos temporales y que nuestra única misión en la vida es aprender, abrir los ojos y elevar nuestra vibración energética.
Una vez dicho esto, surge una pregunta, ¿influye en mí y en mi personalidad el grado de consciencia de mi árbol genealógico al momento de nacer?
Si ya decíamos que la consciencia es la unión de mi ser, de mi pensamiento con la vida universal, claro que va a influir en mí el grado de consciencia de todo mi árbol genealógico. En donde los vicios del ego de cada familiar caen sobre mí. En donde los miedos que ciegan caen sobre mí. En donde el fanatismo religioso cae sobre mí, en donde las ambiciones, caen sobre mí.
Y tan densas y duras son estas energías, que se cristalizan, y llegan incluso a convertirse en enfermedades físicas y mentales, que recaen sobre mí.
“Las enfermedades genéticas son “abrigos” que te han puesto y que vienen del árbol”, dice Alejandro Jodorowsky.
Y hay grados de consciencia claro está, grados que determinan el encadenamiento a patrones generacionales o la liberación de los mismos. Todo árbol genealógico, como parte de la misma evolución del ser humano, también comienza desde el punto más bajo.
CONSCIENCIA ANIMAL
(Caracterizada por los problemas con el territorio)
Sólo se preocupa de cubrir las necesidades primarias. Transforman la realidad en una jungla de agresividad. Es lo que ocurre en el mundo animal donde solo se desarrollan los egos más bajos. La motivación se centra en la satisfacción de las necesidades básicas. Se han desarrollado los egos material y sexual, el emocional e intelectual están inmaduros.
El motor de la acción es la supervivencia y sus respuestas giran en torno a la comida, el sueño y el sexo.
Un asesino a sueldo es un ejemplo claro de consciencia animal.
Y hay árboles así, con personas que integran familias vacías, que viven sólo el día a día, trabajando y ganando para "pasar el día", sin una meta. Matando al enemigo (real o simbólico), copulando como locos y trayendo hijos al mundo sin pensar. Por puro instinto.
CONSCIENCIA INFANTIL
(Cuando la persona permanece infantilizada)
Es la propia de la infancia donde la prioridad es el entretenimiento. Jugar, coleccionar, ver películas, ser fans de estupideces. Es la consciencia de los “parques temáticos” y de las películas comerciales. No se pretende llegar a ningún sitio, no hay ideal o búsqueda, sólo se plantea entretener, divertir, enajenar, dormir a la sociedad, para que no "piense", para que no cree problemas, para que no se "levante y despierte".
La sociedad en general y en gran cantidad de países, está en este nivel, es la cultura del ocio y entretenimiento, no saben defenderse a pesar de la maquinaria bélica de la que disponen.
Nuestros gobernantes tratan de mantenernos en este nivel, donde somos consumidores compulsivos. Y lo logran.
Con programas de televisión que nos hacen dejar de ver la realidad. Realidad, ante la cual, los niños no pueden oponerse o combatir, porque son los primeros que se "atacan". El poder puede manejarnos con total tranquilidad…
Es realmente alarmante la cantidad de árboles genealógicos con éste parámetro. Familiar preocupadas por el qué me voy a poner, qué me voy a comprar, a dónde iremos éste viernes, qué color me gusta, qué aroma me gusta, leer revistas de modas, autos, belleza, etc.
La superficialidad, la hipocresía, carente de consciencia.
Como niños jugando a vivir, haciendo "memes" sin sentido, alabando personajes de películas, haciendo bromas tontas y vacías. Sarcasmos constantes, burlas...sin fin.
CONSCIENCIA ROMÁNTICA
(En este nivel se está permanentemente pidiendo…sin dar)
El mundo de las telenovelas, de las novelas románticas, de las películas de amor y de las noticias del corazón.
Hay una visión falsa y cursi de la vida que conduce a la búsqueda de un amor que no es amor, que no existe.
Porque en dicho grado de consciencia, la mujer después de mucho sufrimiento y esfuerzo, logra enamorar al galán protagonista y vivir por siempre feliz.
¿Qué tontería es esa?
Y una gran cantidad de árboles genealógicos, funciona así. Con mujeres soñadoras, esperando al príncipe que venga a rescatarlas de su soledad y miseria y las bese en la boca con un amor perpetuo.
Donde la mujer piensa, que en cuanto le notifique a su gran amor de su embarazo, éste la levantará en brazos y la hará girar de felicidad llenándola de besos.
Donde la mujer sueña con las palabras y las actitudes que su guapo príncipe tendrá por siempre.
Árboles y familias, en donde la mujer no piensa en otra cosa más que en encontrar pareja, porque sin pareja no es ni será feliz.
Un amor totalmente absurdo, equivocado, basado en fantasías que sólo produce ansiedad, depresión, enfermedad.
La consciencia romántica entonces, es vivir pensando que realizarse en la vida, es encontrar pareja.
Y tanto hombres como mujeres, colocan sus bases sobre ello. No hay consciencia real, en la que se comprenda que contrariamente, el estar en pareja, es lo que más nos distrae de encontrarnos a nosotros mismos.
CONSCIENCIA ADULTA NEGATIVA
(El adulto es el sujeto que invierte. Ahora bien, puede ser un adulto explotador, cuyo afán sea poseer y explotar)
Es el político, industrial o traficante de drogas que hace mucho dinero aprovechándose de los niños y de los necesitados y de toda aquella persona que se encuentre en un bajo nivel de consciencia.
Usan el poder en su propio beneficio y no les interesa el daño que hacen. Roban, matan, engañan, para obtener poder y dinero, están totalmente vacíos.
Y hay árboles así, con generaciones y generaciones de ricos terratenientes, maltratadores, esclavistas, empresarios sin alma, con herederos vacíos, totalmente huecos.
La orden es tener más cada vez, heredar, vivir con riqueza y beneficios, caiga quién caiga. Creadores de industrias tóxicas, productos tóxicos, no importa. Vender, vender y vender, y crear la necesidad para que la sociedad se someta ante ellos.
Nula consciencia de la realidad, de lo que realmente somos, densidad total, árboles tóxicos completos.
CONSCIENCIA ADULTA POSITIVA
(El adulto generoso, que por el contrario no se queda nada para él, sino que se lo da a los demás. El adulto generoso también sabe recibir y aprende lo que es el servicio). Es el que da un servicio a su comunidad, aunque gane mucho dinero con eso. Puede ser un gran médico o cirujano. Tal vez un empresario que además de ganar dinero beneficia de alguna manera a la sociedad que le rodea. Muchas veces la consciencia adulta lo es a escala local. Actualmente saltan a la prensa constantemente acciones solidarias de conocidos empresarios y artistas que son claros ejemplos de este nivel de consciencia.
Este tipo de consciencia y de árboles son en general positivos, obtengo y comparto, aprendo y enseño, crecemos juntos. Pero aún hay miedo, no se sabe cuánto dar, cuánto recibir. Hay confusión, duda. Falta un pelito de consciencia, liberarse.
Hay culpa si se cobra bien, has satisfacción si se regala.
Es positivo pero se duda.
Cuando menos, parte de la batalla está ganada, hay indicios de apertura mental y universal. Ya se presiente que hay algo más y que se debe salir, están luchando.
CONSCIENCIA PLANETARIA
(El nivel al que todos los habitantes del planeta deberíamos de aspirar)
Cuando el servicio que se ofrece trasciende las barreras locales y se expande a nivel planetario. Es el nivel al que debemos aspirar ya que todos nos movemos por el Universo habitando temporalmente este planeta Tierra.
Hay pocos árboles así, son apenas las últimas generaciones las que ya llegan con ésta vibración.
Hijos y nietos que dicen y pregonan saber que existe algo más, y generaciones viejas tachándolos de locos, obsesivos, conspiracionistas.
Es una consciencia aún de lucha, de vivir defendiéndose, aclarando, explicando, justificando.
Ya un poco menos en lo oculto, ya un poco más evidente, pero aún débil.
Los árboles genealógicos con ésta consciencia, aún se están desarrollando, porque son árboles, en donde ésta consciencia, aún está en la última generación, en los hijos o nietos lo están descubriendo.
CONSCIENCIA CÓSMICA
(En este nivel ya se ha descubierto que todo está unido. El secreto de la conciencia es la “re-unión: volver a unir lo que estaba separado)
Estamos en un sistema planetario girando alrededor de una estrella que es el Sol. Formamos parte de una galaxia que a su vez pertenece al universo. Es una escala muy grande, que nos supera y convierte en una pequeña gota de agua en un inmenso océano. Sabe relativizar los problemas cotidianos, porque se inclina ante las leyes del cosmos. Acepta la muerte, se desprende de toda posesión y se entrega a la vacuidad.
Árboles así, aún ninguno. Están en formación, pero es la finalidad.
Ya sin densidad, ya sin evasión, ya sin vicios del ego, listos para elevarse y dejar atrás todo este caos.
CONSCIENCIA DIVINA
(Nivel de conciencia unida al nombre inefable que está dentro de cada uno)
Es la que alcanzaron: Buda, Cristo y Mahoma. Voluntarios bajados a la Tierra para intentar explicarnos la verdad sin haber sido escuchados o comprendidos por todos.
Un nivel que cae fuera de nuestro alcance, somos seres humanos, la divinidad queda en otro plano de momento. Sin embargo, todos llevamos dentro esa llama divina, nuestro Dios interior.
Todos nuestros yoes se pliegan ante este diamante central, que no podemos conocer, pero sí sentir.
Nuestra mirada al mundo está filtrada por el nivel de consciencia que tengamos y ésta, a su vez, está directamente relacionada con el nivel de consciencia de nuestro árbol genealógico. Sin embargo, todos podemos ir avanzando. El edificio de la consciencia lo vamos construyendo a lo largo de nuestra vida desde abajo hacia arriba, todos los niveles son importantes, todos hay que vivirlos. Incluso cuando hayamos alcanzado pisos elevados, el ático, el mirador…
Y, si todas éstas consciencias existen, debe existir igualmente una FALTA DE CONSCIENCIA.
No tener consciencia es como vivir en una maldición, totalmente ciegos ante lo que sucede.
Es vivir sufriendo enfermedades y quejándonos de ellas, sufriendo nuestras vidas amorosas pero comenzado y terminando relaciones sin pensar. Es quejarnos de los hijos y de sus vicios y problemas, sin ver que somos la causa.
Es vivir el maltrato, trabajar por migajas, pelear guerras, matar por matar, pensar sólo en pobreza.
La falta de consciencia es estar por estar, sin un fin, sin un motivo, sin una gota de conocimiento ni fe.
Si nos hacemos conscientes de nuestras consciencias genealógicas, las podremos desactivar.
Si encontramos las fugas de agua, las causas, los responsables, podremos arreglar la tubería. En lugar de vivir ahogándonos sin siquiera tener la intención de saber por qué.
Cuando poco a poco vas despertando, ya no importa tu nombre, ni tu profesión, ni tu país, ni tu partido político, no importa tu idioma ni las particularidades que te otorgó tu árbol y tus gobernantes.
Te identificas con todos. Ves a todos como tú, te ayudas y ayudas a todos, no sólo a los tuyos.
Y es entonces, que la consciencia del árbol ya no pesa, se ha transformado, y fluyes como el agua, vives felicidad.
Mucho trabajo por hacer, pero ya conoces el destino.
En esa conferencia, casi al final, Rosa Rubio hacía un resumen muy resumen sobre las significaciones mentales, emocionales que había detrás de cada diente, molar… y una servidora cogió notas a mano con la intención de pasarlo a limpio y luego compartirlo con ustedes porque eran claves muy sencillas, con términos “ancestrales” como traición, como desengaño, memorias de encierro… que ponían nombre a conflictos vividos por tí o por el clan. La verdad, lo pensé muchas veces pero al final no me puse a pasarlo a limpio.
Y ayer, recibo en mi facebook un artículo sobre el tema… y con los apuntes “mismos” que yo había cogido pero ya pasaditos y con dibujos. ¡Gracias!. La red es como el universo, te pone lo que necesitas. Es genial y de agradecer profundamente toda esa labor generosa que nos nutre a todos.
Además, les comparto un par de vídeos que he encontrado en youtube con trozos de un seminario sobre la descodificación de estos cristales que son nuestros dientes, muelas, colmillos… ¡Todo un compendio de sabiduría recogido en nuestra sonrisa!
Qué lo disfruten, viajeros de luz. Y sobre todo, que ese disfrute les haga comprender, abrir esa comprensión.
Graciasssss
TUS DIENTES TE DICEN QUIÉN ERES
Christian Beyer, licenciado en la facultad de odontología quirúrgica de Estrasburgo, ha elaborado sus investigaciones en descodificación dental durante mas de dos décadas. Cuenta con mas de diez años de experiencia práctica dedicándose exclusivamente a la misma.
Tiene varios libros publicados y realiza conferencias y seminarios a nivel internacional.
Para mí es un gran honor haber sido alumna suya.
En nuestros dientes llevamos impresos todos los programas de las experiencias y vivencias de nuestros antepasados, así como nuestros propios conflictos.
Hoy en día, miles de odontólogos y especialistas en Bioneuroemoción aplican sus enseñanzas.
Los dientes son cristales y tienen corriente eléctrica (como todo nuestro cuerpo). Esta electricidad es la que hace que los dientes estén conectados con el resto del cuerpo.
Por las mejillas, y en contacto con nuestros dientes, pasan los 12 meridianos energéticos de acupuntura. Se ha llegado a decir que los dientes son las primeras agujas de acupuntura que existieron. Y cada diente recibe y envía información a nuestro sistema energético
Cuando se sufre un conflicto emocional, éste impacta en nuestra psique, como ya demostró el Dr. Hamer. El impacto se manifiesta en una determinada área del cerebro. Según el área impactada, sufriremos una afección en un órgano u otro de nuestro cuerpo.
PERO, en este proceso encontramos que tenemos unos dientes que nos protegen! Antes de que se llegue a la afección del órgano, el diente descarga la información que ha enviado nuestra psique para amortiguar esta masa conflictiva. Gracias a ello, el peso del impacto es menor en el órgano. Sin embargo, si el conflicto perdura en el tiempo, ambas partes se irán sobrecargando.
¿Recordáis alguna película de esclavos?, ¿Qué les miraban antes de comprarlos?… Sí!, , los dientes! Era importante que los tuvieran bien porque eso reflejaba el buen estado del esclavo.
Para los que no somos expertos en odontología, explicaré que la boca se divide en cuatro cuadrantes. Arriba, visto de frente a la izquierda (que en nosotros mismos representa nuestra aparte derecha), es el 1r cuadrante. Arriba, visto de frente a la derecha, es el 2º cuadrante. Abajo, visto de frente a la derecha, es el 3r cuadrante. Finalmente, abajo a la izquierda tenemos el 4º cuadrante.
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